DE LA ACUPUNTURA A LAS CONSTELACIONES

La lista de pseudoterapias psicológicas más perjudiciales: venden falsas esperanzas

Los expertos insisten en que la pseudoterapia retrasa la llegada de tratamientos eficaces, producen nuevos daños y pueden provocar la muerte.

Jorge Romero-Castillo, Universidad de Málaga

Madrid |

Imagen de archivo de un masaje. | Pixabay

La Asociación Médica Mundial (WMA) definió en 2020 la pseudoterapia como:

Una sustancia, producto, técnica o procedimiento con un supuesto propósito para la salud que carece de respaldo científico o evidencia que garantice su eficacia y seguridad.

Estos “inventos” explotan la vulnerabilidad y el desconocimiento para vender falsas esperanzas. El precio a pagar es alto, y no solo económico: retrasan la llegada de tratamientos eficaces, producen nuevos daños y pueden provocar la muerte.

Desgraciadamente, prosperan muchas pseudoterapias en salud mental: angeloterapia, bioneuroemoción, reparentalización, suplemento mineral milagroso, tapping, terapia de polaridad, zero balancing, etcétera. Pero aquí nos limitaremos a los ejemplos más extendidos y, por consiguiente, más perjudiciales.

Acupuntura

Derivada de la medicina tradicional china, se basa en la existencia de una supuesta “energía vital” (qi) que fluiría por el cuerpo a través de canales llamados “meridianos”. Los problemas de salud surgirían del desequilibrio energético (provocado por distintos factores) y se solucionarían insertando agujas en puntos específicos.

Para los trastornos psicológicos, la acupuntura establece 16 áreas donde colocar las agujas y, supuestamente, tratar la depresión y otros trastornos. Pero no se ha descubierto evidencia de la “energía vital” ni de los “meridianos”. Por tanto, no existe apoyo científicamente demostrable que respalde su eficacia.

Bioenergética

Su inventor, Alexander Lowen (1910-2008), también recurre a la metafísica de la “energía vital”, pero la llama “orgón”, siguiendo al controvertido Wilhelm Reich. Para Lowen, la “energía” estaría fluyendo entre polos del cuerpo, como la cabeza y los genitales. Y, si se obstaculiza, provocaría alteraciones en la personalidad.

Por tanto, el objetivo sería ayudar a liberar las tensiones acumuladas para restaurar dicha “energía” y recuperar una “salud vibrante”.

Herencia del psicoanálisis (otro intento de terapia creado por Sigmund Freud y alejado de la ciencia), esta “psicoterapia corporal” es también fácilmente criticable por su dependencia de argumentos indemostrables. Aunque carezca de respaldo científico, hay quien evita mencionarlo y la aplica en contextos deportivos.

Constelaciones familiares

Se inspiran en el psicodrama, el pensamiento sistémico transgeneracional, el psicoanálisis y el misticismo cuántico. También incluyen algo llamado “campos morfogenéticos”, a través de los cuales estarían conectados todos los individuos de una misma especie para transmitirse conocimientos y comportamientos.

Con esos ingredientes, justifican que los problemas psicológicos de una persona radican en conflictos que alguien de su árbol genealógico no resolvió. Y “constelando” –o sea, haciendo una representación teatral en grupo– se superarán los problemas en una única sesión. Así, todas las personas de la familia, vivas o muertas, quedarán en paz.

Al margen de la carencia, no solo de pruebas que avalen sus principios, sino de reflexiones serias, el mayor peligro son los efectos iatrogénicos (nuevos daños añadidos). Entre otros, hay riesgo de sufrir mayor psicopatología, emocionalidad negativa, confusión y culpabilidad. Por todo, las constelaciones familiares bien podrían definirse como una peligrosa farsa.

Dianética

Presume de revelarse al mundo como la panacea, o sea, la cura universal. Según prometió literalmente su autor, el escritor de ciencia-ficción L. Ron Hubbard: “sirve para tratar todos los trastornos mentales y todas las enfermedades psicosomáticas con garantía de curación completa”. Para glorificar sus fantasías, Hubbard posteriormente fundó la secta llamada Iglesia de la Cienciología.

La dianética funcionaría simplemente localizando lo que su creador llama “engranamas”, momentos de profundo dolor recluidos por la persona en un “inconsciente celular” (también con influencias del psicoanálisis), para hacer que los reviva en detalle (proceso llamado “auditación”) hasta alcanzar el estado Clear. Y, milagrosamente, la persona recuperaría la salud.

Obviamente, toda promesa de cura universal es un bulo y creer en ella es una forma moderna de superstición. En psicología, las terapias eficaces se personalizan, es decir, solo sirven para una persona concreta en su momento vital específico, no se personifican en un “sanador” al que rendir culto por su carisma.

Flores de Bach

Son cremas o gotas elaboradas a partir de 38 esencias florales que se presentan como remedios naturales capaces de equilibrar las emociones o tratar la ansiedad.

Lo más sorprendente es que las esencias fueron obtenidas a través de un “diálogo vibracional” que mantuvo el gurú de la pseudoterapia (Edward Bach) con cada una de las 38 plantas. Esta debe ser la razón por la que las investigaciones rigurosas demuestran que no tienen efecto alguno.

Homeopatía

Se basa en administrar diluciones: productos de origen vegetal, animal o mineral mezclados de forma repetida con algún líquido hasta su práctica desaparición. A pesar de la ausencia de principio activo, intentan convencer de que “el agua tiene memoria” y que, de alguna forma, “recuerda” que estuvo en contacto con la sustancia inicial.

Sus caros productos son usados para tratar fobias, trastornos alimentarios, depresión y trastorno obsesivo compulsivo, entre otros. Se basan en el principio de que estas alteraciones serían consecuencia de desarreglos en lo que llaman “fuerza vital”, una entidad no física que sería la esencia de la vida.

Sin embargo, es imposible verificar formalmente, ni entender racionalmente, los fundamentos teóricos fraudulentos a los que recurren (“memoria del agua” o “fuerza vital”). Como es esperable, los metanálisis señalan que la eficacia de la homeopatía es nula para cualquier trastorno. Y aquellas publicaciones que la avalan son metodológicamente deficientes.

Programación Neurolingüística (PNL)

Sus autores, Richard Bandler y John Grinder, no resuelven si inventaron un intento de psicoterapia o un modelo de comunicación, lo que proporciona una pista sobre su credibilidad. Según el planteamiento general, es un entrenamiento en habilidades interpersonales.

Transitan por un terreno teórico confuso, una mezcla no conseguida de conductismo, constructivismo y psicología cognitiva. Sostienen que hay “esquemas mentales” que pueden “reprogramarse” mediante el uso consciente del lenguaje. Además, para optimizar los cambios, alegan que existen distintas modalidades sensoriales de aprendizaje (visual, auditivo o kinestésico, VAK), un modelo carente de base real pero todavía presente en educación.

La PNL reduce la complejidad de los procesos psicológicos a una analogía informática simplista. Es un ejemplo paradigmático de intento de cientificismo: utiliza terminología llamativa (el prefijo “neuro” es exclusivamente una técnica de marketing, dado que no aluden al sistema nervioso en sus explicaciones) y lenguaje técnico para legitimar ideas incoherentes y vacías.

Reiki

Esta práctica espiritual de origen japonés (la versión occidental se denomina “toque terapéutico”) consiste en colocar las manos a escasos centímetros del cuerpo de una persona. El objetivo sería canalizar el qi (la “energía vital” que simulan restaurar otras pseudoterapias) para resolver alteraciones mentales, emocionales y físicas. Pero se fundamenta en la fe ya que, como ya se ha podido deducir, la “energía vital” no tiene ninguna correspondencia con la realidad.

A sus 9 años, Emily Rosa demostró con un experimento que esta práctica es un timo. Gracias a ello, se convirtió en la persona más joven en publicar en una revista científica de alto impacto.

Contra la desinformación, la divulgación

Se puede afirmar con rotundidad que ninguna de estas pseudoterapias sirve para mejorar la salud mental. Solo son defendidas por quienes se lucran con ellas o por personas que cometen, entre otras, la falacia ad populum (son buenas porque hay gente que lo dice) y la falacia ad verecundiam (son buenas porque alguien con autoridad lo dice), sin proporcionar argumentos lógicos.

Aunque alguien pueda expresar “a mí me funciona”, no es más que una ilusión. Una confusión entre correlación y causalidad que recibe el nombre de falacia post hoc, ergo propter hoc. Es decir, un problema puede desaparecer por la modificación de factores de mantenimiento (son elementos que refuerzan y perpetúan un problema psicológico) ajenos a la pseudoterapia (por ejemplo, un aumento del apoyo social), pero la persona cree que la causa de la mejora han sido los efectos directos de la pseudoterapia.

También puede producirse el efecto placebo: la expectativa de mejora y el contexto de cuidado pueden generar alivios subjetivos que enmascaran la falta de eficacia real de estas “técnicas”. Es más, tener la posibilidad de elegirlas potencia que aparezca este efecto.

Junto a las casualidades y el placebo, recurrir a ellas respondería a comportamientos supersticiosos, la confirmación de sesgos o, sencillamente, la búsqueda de compañía y atención. Aunque las pseudoterapias puedan consolar (siendo, a la vez, perjudiciales), solo el pensamiento crítico puede curar.

Jorge Romero-Castillo, Profesor de Psicobiología e investigador en Neurociencia Cognitiva, Universidad de Málaga

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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