ENERGÍA

Estufas de biomasa: los nuevos ingredientes para el pellet más eficientes y baratos

El uso de la biomasa para calefacción está en auge. Investigamos los mejores ingredientes para obtenerla, que mejoren la eficacia y abaraten el precio de calentar los hogares.

Ana Larrañaga, Juan Jesús Rico, Universidad de Vigo

Madrid | 30.11.2022 12:11

Pellets | D-Kuru/Wikimedia Commons

Las estufas de biomasa se disparan en ventas en toda Europa. El éxito es tan arrollador que en los meses pasados el pellet (comprimido de biomasa para estufas) subió su precio hasta un 70% y se agotó en el mercado. La base simple de una estufa de biomasa es conseguir energía a partir de materia orgánica, no solo la madera.

Ya hay avances en el uso de huesos de aceituna o cáscara de almendra como materia prima. Pero hay más: restos de poda de kiwi, paja, residuos de granjas avícolas, incluso restos de demolición, se barajan como opciones eficientes y baratas para alimentar las estufas de biomasa.

El ascenso de las estufas de biomasa y la crisis del gas ruso

El contexto energético europeo está marcado por la incertidumbre generada por el corte del suministro de gas natural procedente de Rusia, y las energías renovables están llamadas a suplir el déficit de gas y petróleo. La biomasa es la alternativa renovable mejor posicionada para reemplazar esos combustibles fósiles por una alternativa neutra en carbono. Hablamos de una fuente de energía de origen local, sostenible, eficiente y que puede utilizarse tanto en un hogar como en la gran industria.

Según datos del IDAE, en 2020 la biomasa suponía casi un tercio de la energía total consumida para calefacción; el gas natural representa un 28% y el gasóleo un 26%. Ante el aumento de precio de los dos últimos, la biomasa se muestra como una energía de eficacia probada y suministro estable. Además, puede ser empleada en instalaciones que no difieren demasiado de las de gas o gasóleo, lo cual minimiza los gastos de uso a nivel doméstico.

Datos sobre el empleo de biomasa para calefacción en 2020.IDAE

La energía que viene: más que kiwi

Digamos que tenemos entre las manos la pepita de oro de la energía del futuro, y ya está ardiendo en calefacciones de miles de hogares. El desafío científico es dar con el material más eficiente para que el calor sea barato, neutro y que de paso solucione problemas colaterales, como gestionar toneladas de residuos que proceden de otras industrias.

En muchos países se han comenzado a comercializar combustibles para estufas de biomasa a partir del hueso de aceituna, la cáscara de almendra o el orujillo. Estos combustibles son más asequibles que la madera, pero dejan mucho residuo y requieren una limpieza más frecuente de las calderas. Así que buscamos alternativas para la base del pélet que sean baratas, eficientes energéticamente, que generen mínimo residuo y sean de fácil acceso para las poblaciones locales.

En el Grupo de Tecnología Energética de la Universidade de Vigo llevamos muchos años apostando por soluciones que sumen al mosaico global de los sistemas energéticos del futuro. La combustión de biomasa, que por su continuada presencia en nuestras vidas muchas veces pasa desapercibida, ha llegado a niveles de refinamiento inconcebibles hace unas décadas por la irrupción de técnicas como los algoritmos de aprendizaje automatizado o las simulaciones por ordenador.

Entre las últimas investigaciones llevadas a cabo en nuestro grupo de investigación se cuentan análisis de la viabilidad de combustibles procedentes de residuos de industrias agroforestales como viñedos o plantaciones de kiwi. Los residuos de la poda de kiwi están entre los más prometedores. Las explotaciones de esta fruta se enfrentan todos los años al desafío de gestionar toneladas de residuos de poda. Este estudio ha demostrado que, triturando y comprimiéndolos, es posible un aprovechamiento energético económicamente viable.

Los combustibles que se obtienen de los restos de poda de kiwi contienen un poder calorífico muy similar al de los pélets comerciales de madera, con la ventaja añadida de que contribuyen a la conservación del monte y aportan valor añadido a las industrias localizadas en el medio rural.

Paja y residuos de granjas avícolas: el problema son las cenizas

En colaboración con universidades en la República Checa, Alemania, Austria y Canadá hemos estudiado especies no leñosas (tales como la paja o los restos de demolición) y sus residuos. Los materiales residuales no leñosos son, por naturaleza, muy complejos químicamente, y su uso aún supone un reto tecnológico. Es posible extraer una buena cantidad de energía de ellos, pero dejan muchos residuos asociados a su combustión.

Estos combustibles liberan grandes cantidades de ceniza y elementos corrosivos que son comunes en instalaciones industriales, y para los que no existen contramedidas a pequeña escala que se puedan aplicar en instalaciones domésticas. En nuestro grupo de investigación hemos realizado alguna propuesta prometedora de sistema miniaturizado de control de emisiones destinado a combatir este problema.

Los restos de demolición analizados eran de madera de primera calidad, traída desde Canadá. Dieron muy buenos resultados para la combustión, pero requieren una limpieza de residuos metálicos y sintéticos antes de poder utilizarse.

Desde el proyecto Avienergy investigamos los residuos generados en granjas avícolas. Este estudio, que aún se encuentra en sus primeras etapas de desarrollo, muestra una generación de energía en el mismo rango que los combustibles vegetales alternativos mencionados anteriormente. Aún está por determinar su rendimiento cuando sean trasladados a una instalación real, pero los datos recopilados invitan al optimismo.

Algo que el ciudadano puede hacer por el clima

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático,, y ya van 27 ediciones, deja un año más a expertos y políticos con un sabor agridulce por no haber alcanzado los objetivos marcados. Entre los científicos predomina la sensación de no estar consiguiendo comunicar adecuadamente la extrema urgencia de actuar de forma rápida y coordinada ante la amenaza existencial que supone el cambio climático.

La solución no es sencilla, pero, sin duda, pasa por abrir camino a nuevas tecnologías y vectores energéticos inexplorados, valorización de novedosas fuentes de energía, mejora de la eficiencia de los procesos industriales y, en definitiva, por hacer más y mejor ciencia. La biomasa como fuente de energía es una elección posible, y a los ciudadanos les permite modificar pequeños aspectos de la vida cotidiana en busca del tan deseado cero neto. Avancemos en ello.

Ana Larrañaga Janeiro, Investigadora predoctoral en el área de eficiencia energética, Universidade de Vigo y Juan Jesús Rico Fuentes, Investigador predoctoral especializado en biocombustibles, Universidade de Vigo

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.