Cada vez son más las personas que dedican parte de su tiempo libre a innovar en la cocina, ya sea por gusto o afición o simplemente por cuidar de su alimentación. Por eso, es indispensable el uso de determinados instrumentos, ya sea cucharas, palas, coladores, tablas de cortar, etc. ¿Y cuántas opciones hay? Impensables: de plástico, de madera, de silicona, de acero inoxidable, etc.
Los preferidos por la mayoría son los utensilios de madera, ya que no estropean ni rayan las sartenes u ollas, no se sobrecalientan al introducirlos en una cacelora con agua hirviendo ni tampoco alteran el sabor de los alimentos al manipularlos. Pero no todo son cualidades positivas. También pueden implicar un riesgo para nuestra salud.
Sin embargo, la madera tiene un gran e importante inconveniente y es que es un material muy poroso. ¿Esto qué quiere decir? Que absorbe todo con muchísima facilidad haciendo que se quede dentro de la madera.
Al cocinar, todo se queda en la superficie y en los poros, lo que hace que se vaya contaminando continuamente con bacterias que van creciendo dentro y se van acumulando, creando colonias de bacterias en la madera.
Estas colonias son sumamente difíciles de destruir, ya que no hay detergente o lejía capaz de profundizar tanto. Al acumularse, algunas de las bacterias permanecen en la superficie, mientras que otras se quedan más en el interior de la madera, por eso es complicado de desinfectar.
Por tanto, utilizar de manera prolongada estos utensilios de cocina podría suponer un riesgo para nuestra salud, ya que tenemos más posibilidades de sufrir una intoxicación o un virus estomacal.
A pesar de que no es recomendable, si se sigue optando por los utensilios de madera, estos tendrían que renovarse cada poco tiempo para evitar usarlos cuando ya haya un gran número de bacterias acumuladas en ellos.
Si no, siempre se puede optar por otras alternativas como los utensilios de silicona, metal o, incluso, plástico duro siempre que no se derritan con el calor.