Crimen de los marqueses de Urquijo: siguen las incógnitas 41 años después
El asesinato de los marqueses de Urquijo sigue siendo uno de los crímenes más conocidos de la historia de nuestro país, pero también uno de los que más incógnitas ha suscitado. 41 años después, continúan apareciendo nuevas informaciones y sigue sin saberse con exactitud qué sucedió aquella noche de agosto de 1980.
El asesinato de los marqueses de Urquijo cumple 41 años como uno de los crímenes más conocidos en España. Tres disparos a bocajarro acabaron con la vida de Manuel de la Sierra y Lourdes Urquijo, y tantos años después siguen las incógnitas respecto al caso. Conoce quién es quién y cuáles son las principales preguntas sin respuesta de un asesinato que conmocionó a nuestro país.
¿Qué sucedió aquella noche?
El 1 de agosto de 1980, los marqueses de Urquijo se encontraban durmiendo en habitaciones separadas de su mansión de Somosaguas, una exclusiva zona residencial de Madrid. Al día siguiente iban a partir hacia Cádiz para comenzar sus vacaciones, pero esa noche, los asesinos entraron en el domicilio.
Después de llegar a la casa, saltar una valla, fracturar un cristal de la piscina cubierta del chalé y reventar una puerta con un soplete, los asesinos entraron en la vivienda y ejecutaron a Manuel de la Sierra mientras dormía de un tiro en la nuca junto a la oreja. Ni siquiera le dio tiempo a despertarse.
La que sí se despertó fue la marquesa, después de oír un disparo que se escapó y fue a parar a un armario. Lourdes Urquijo recibió un primero tiro en la boca y un segundo en la arteria carótida. Siempre se pensó que ella fue una víctima colateral, cuya muerte no estaba prevista.
En la casa esa noche, sólo se encontraba la pareja, puesto que la criada -una mujer dominicana- solía pasar la noche con un criado del banquero Claudio Boada, que vivía muy cerca y regresaba por la mañana.
Por el crimen, fue juzgado como único autor Rafael Escobedo, que fue condenado a 53 años de prisión, que cumpliría la pena en la Cárcel de El Dueso, donde murió años más tarde en muy extrañas circunstancias. Mauricio López Roberts fue condenado a 10 años en un segundo proceso, en el que también estuvo envuelto Javier Anastasio, que huyó de España para evitar la prisión y hoy es un hombre libre porque el crimen ha prescrito.
¿Cuáles son las principales incógnitas del caso?
Tantos años después continúan saliendo nuevas informaciones que suscitan más interrogantes en un caso que siempre estuvo rodeado de cosas extrañas.
¿Quién accedió realmente a la vivienda?
Todavía se desconoce quién o quiénes accedieron a la vivienda aquella noche del 1 de agosto de 1980. Sólo hace falta leer la sentencia que condenó a uno de los autores, que recogió la frase de "solo o en compañía de otros".
Diego Martínez Herrera, amigo de la infancia
En las primeras horas tras el crimen comienzan a pasar cosas extrañas. El administrador de los marqueses y amigo de la infancia del marqués, Diego Martínez Herrera, acudió a la mansión vestido de riguroso luto, aunque se supone que se enteró del crimen al llegar al chalé. Es quien tomó las primeras y discutibles decisiones: ordenó lavar los cuerpos de los marqueses y destruir unos cuantos documentos de la caja fuerte.
Miryam de la Sierra y Rafael Escobedo
Esa misma mañana, llegó a la casa la hija de los marqueses, Miryam de la Sierra, que vio llegar al domicilio a su exmarido, Rafael Escobedo, y le espetó que qué hacía allí. El matrimonio se había roto seis meses antes y en el momento del crimen, la mujer salía con Richard Dennis Rew. Juan de la Sierra, el otro hijo de los marqueses, estaba en Londres en el momento del asesinato.
Se descartó el robo y se investigó el entorno cercano
El robo quedó descartado desde el primer momento, porque los asesinos no se llevaron nada de la mansión, y se investigó la vía terrorista, ya que el terrorismo etarra estaba en auge por aquella época. Sin embargo, se descartó y comenzó a investigarse al entorno más cercano.
El inspector José Romero Tamaral halló una información interesante: el hijo de las víctimas, Juan de la Sierra, frecuentaba un grupo de amigos, niños ricos y ociosos, entre los que se encontraban Rafi Escobedo –que se casó con su hermana– y Javier Anastasio.
La información llevó hasta el padre de Rafi, Miguel Escobedo, aficionado al tiro olímpico y con varias armas a su disposición. La pistola con la que mataron a los marqueses era, precisamente, una pistola Star del calibre 22, habitualmente empleada en competiciones de tiro. El inspector Romero se fue a ver a Rafael Escobedo a la finca de Moncalvillo de Huete (Cuenca), donde Rafi se había retirado tras el crimen y habló con él. Al mismo tiempo, recogió del suelo varios casquillos del calibre 22 y se descubrió que varios de ellos tenían las mismas marcas que los recogios en el lugar del crimen. Es decir, habían sido disparados por el mismo arma, esa Star del 22, que el padre de Rafael Escobedo aseguró a la policía que había vendido meses antes del asesinato.
Rafael Escobedo fue a prisión y murió en su celda
La coincidencia con los casquillos fue lo que llevó a prisión a Rafael Escobedo seis meses después del crimen. El 8 de abril de 1981 fue detenido y llevado a los calabozos de la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol. No se sabe qué sucedió en su interior, pero Rafael confesó en una nota: "Yo soy culpable de la muerte de mis suegros, los marqueses de Urquijo. Firmado: Rafael Escobedo".
Escobedo ratificó su confesión ante el juez y tres años después, durante el juicio, el procesado negó ser el autor de los hechos y dijo que su confesión se produjo tras un acuerdo con la policía para que dejasen en paz a sus padres. La defensa de Escobedo intentó rebatir la principal prueba científica, la de balística, pero no se pudo someter a contradicción porque los casquillos recogidos en la finca de Moncalvillo de Huete desaparecieron del juzgado en el que habían sido depositados.
Dudas sobre el suicidio de Rafi
Fue condenado a 53 años, pero pasó muy pocos en prisión porque murió ahorcado en su celda. Su cuerpo fue hallado en su celda el 27 de julio de 1988. La versión oficial fue que se ahorcó de los barrotes de su celda con un trozo de sábana, pero esa versión fue cuestionada siempre por su abogado, Marcos García Montes, que encargó al doctor José Antonio García Andrade un informe, que sembró de dudas la muerte de Rafi.
Sostuvo que en varias vísceras de Rafael Escobedo, sobre todo en los pulmones, había elevadas dosis de cianuro y apuntaba a que ese veneno lo pudo haber inhalado –Rafi confesó que en prisión se había hecho adicto a todo tipo de drogas-. Pero, además, el doctor García Andrade destacó en su informe que en el cadáver no existían los signos habituales de un suicidio por ahorcamiento: ni sangre en el cerebro, ni marcas en el cuello, ni óxido en las manos de los barrotes de la ventana, ni estallido de las órbitas de los ojos, pene erecto, eyaculación, lengua mordida y fuera de la cavidad bucal.
Mauricio López Roberts y Javier Anastasio
Hubo un segundo proceso abierto en octubre de 1983, dos años después del crimen. Mauricio López Roberts, un aristócrata amigo de Rafael Escobedo, dijo que le había dado 25.000 pesetas (150 euros) a Javier Anastasio para que se fuera a Londres el mismo día de la detención de Escobedo. López Roberts fue acusado de encubrimiento y Anastasio de coautor del crimen. Anastasio, amigo íntimo de Rafi, dijo que se limitó a arrojar al pantano de San Juan la pistola empleada en el asesinato, siguiendo las instrucciones de su amigo, y que llevó hasta Somosaguas a Rafi la noche del crimen. López Roberts se libró de la cárcel con una fianza, pero Anastasio fue encarcelado.
Mauricio López Roberts fue el único que se sentó en el banquillo. Anastasio, tras permanecer tres años en prisión preventiva, huyó de España para evitar el juicio y la casi segura condena. López Roberts fue condenado a diez años de prisión por encubrimiento. Según la sentencia, conocía la implicación en el asesinato de los marqueses de Urquijo de Anastasio y de Escobedo, pero no lo puso en conocimiento de la policía. Y, además, animó y ayudó a Anastasio a huir.
Desde agosto de 2010 es un hombre libre, sin ninguna responsabilidad penal, porque el delito ha prescrito.