Sufrir un trauma severo en la infancia multiplica hasta por cinco el riesgo de suicidio
La mayoría de las personas sufriremos una experiencia traumática a lo largo de nuestra vida, pero no todos desembocan en un problema mental. Cuando sí lo hacen se asocian a depresiones crónicas y a un porcentaje no desdeñable de riesgo de suicidio
Madrid |
Sara vivió una experiencia traumática en su infancia, un abuso sexual por parte de uno de sus hermanos mayores que entonces ni siquiera comprendió, pero que, ella misma confiesa, "marcaron mi infancia, mi adolescencia y siguen marcando mi vida adulta, aunque yo entonces los intuía como un juego". Su historia coincide con otras muchas que llegan a la consulta de psiquiatras como Guillermo Lahera, jefe de de sección de Psiquiatría del Hospital Príncipe de Asturias. "En mis pacientes con trauma -explica- es frecuente que no se dieran cuenta del abuso infantil. Me dicen que cuando ocurría pensaban que era un juego, que eran los favoritos del adulto, pero cuando llega la adolescencia y empiezan a tener deseo sexual se preguntan, pero ¿qué me han hecho? He sido el juguete de alguien".
Los abusos en la infancia, ya sean los más graves, los sexuales, como los demás (abuso psicológico, negligencias físicas o emocionales, casos de acoso, etc.) están detrás de más del 60% de las enfermedades mentales en adultos. Representan el 41% de los intentos de suicidio, el 35% de las autolesiones, el 21% de los casos de depresión.
Un estudio realizado en Reino Unido sobre dos centenares de niños de cinco años con historial de abuso sexual, demostró que cinco años después mantenían una modificación en sus cromosomas. Los telómeros, la secuencia que se repite al final de los cromosomas, estaban acortados, lo que es un marcador de envejecimiento celular prematuro.
En adultos con un pasado de abusos, hay alteraciones en marcadores biológicos como una alteración de la presión arterial, modificación de proteínas o indicios de inflamación. Explica la psiquiatra Alicia Valiente, del Hospital del Mar de Barcelona, que en un grupo de estudio de pacientes con fibromialgia, "el 100% tenían antecedentes de un hecho traumático previo al dolor y alrededor del 70% tenían un trastorno de estrés postraumático. Es un dato que multiplica por 20 veces el riesgo de la población general".
Existe por tanto un vínculo físico entre los traumas y la aparición de enfermedades, aunque esa conexión es mucho más elevada con los problemas mentales. A cualquier edad, sufrir un trauma y como consecuencia del mismo generar un trastorno de estrés postraumático, eleva hasta cinco veces el riesgo de suicidio.
Aunque los hombres están más expuestos a eventos traumáticos, como lesiones, accidentes o agresiones físicas, son las mujeres en las que aparece con más frecuencia el estrés postraumático. Ellas acusan más casos de violencias sexuales y de hecho, apunta el doctor Lahera, "el mayor foco de trauma en España está en la violencia interpersonal". En el caso de las agresiones sexuales, un tercio de las víctimas van a desarrollar el estrés postraumático en algún momento de sus vidas. "Está muy asociado -cuenta Lahera- al estigma, a la culpa, la vergüenza, y son sentimientos que dañan a las víctimas". "Tengo en consulta -añade- casos de mujeres jóvenes que han sido agredidas tras una cita con un desconocido a través de una aplicación. Muchas sienten culpa por haberles dejado entrar en casa, por haber accedido a la cita".
La clave del trauma es la indefensión, pensar que nuestros recursos no son suficientes para afrontar la situación
El 70% de la población mundial ha sufrido al menos una experiencia traumática en su vida y el 30% cuatro o más. "El trauma se suma -apunta Guillermo Lahera- y tener uno incrementa más de tres veces la probabilidad de tener otro". Sin embargo, no todos los traumas provocan estrés postraumático. "La clave -resume el psiquiatra- es es la indefensión, durante un tiempo el sujeto cree que, haga lo que haga, no hay nada que hacer".
Son algunas de las conclusiones a las que han llegado psiquiatras y psicólogos congregados en el XXII Seminario Lundbeck "Trauma y depresión, la herida (in)visible". Los episodios traumáticos más frecuentes son la muerte inesperada de un ser querido (31 %); presenciar un fallecimiento o una lesión grave (23 %); ser asaltado y sufrir un accidente automovilístico que ponga en peligro la vida (14 %) o tener una lesión o enfermedad potencialmente mortal son las más comunes.
Abordar psicológicamente el trauma tan pronto se produce es la clave para empezar a superarlo. "Hay que actuar -explica la psicóloga María Frenzi Rabito- antes de que los recuerdos cristalicen". Iniciar una terapia psicológica dentro de las seis primeras horas tras la vivencia traumática es crucial para impedir la consolidación de la memoria que se produce durante ese periodo.
Por todo ello, los expertos han reclamado la implantación de terapias para prevenir que las primeras reacciones de estrés traumático se conviertan en un trastorno crónico, especialmente en personas de alto riesgo. "Un TEPT no tratado no mejora con el paso del tiempo, sino que empeora", apunta la doctora Rabito, doctora en Psicología especialista en el abordaje psicológico del trauma.