SALUD

Qué es la inflamación crónica de bajo grado que perjudica tu salud sin que te des cuenta

La inflamación en nuestro cuerpo es buena para el organismo porque nos protege de organismo externos nocivos, pero si se produce en exceso se puede volver negativa.

ondacero.es

Madrid | 17.09.2024 19:11

Inflamación | Pixabay

La inflamación surge como un proceso por el cual nuestro organismo lucha contra una infección, una lesión, toxinas, o cualquier proceso nocivo que pueda dañar el cuerpo. Durante este proceso, el cuerpo libera sustancias químicas como anticuerpos o proteínas y un mayor flujo de sangre hacia el área dañada, lo que produce una respuesta del sistema inmunitario.

Según el expresidente de la Sociedad Española de Inmunología, Marcos López Hoyos, en declaraciones para BBC News Mundo, “es donde está toda la respuesta inmunitaria, donde el organismo acude y cuya respuesta evidente es la inflamación”. Un ejemplo claro de ello es lo que sucede cuando nos cortamos. La zona afectada inmediatamente se inflama, se enrojece y duele, para después progresivamente reponer el tejido hasta sanar. Esta respuesta es rápida, inmediata y corta en el tiempo, lo que se considera es un ejemplo de inflamación buena.

Desde el Instituto de Infertilidad en España, la doctora y directora de Inmunología y Fallo Reproductivo en el IVI, Diana Alecsandru, explica en el mismo medio que el propósito es eliminar los microorganismos invasores que pueden ser dañinos. Con la colaboración entre varios componentes celulares, se alerta a nuestro sistema, a través de síntomas como la fiebre, y se elimina el factor que está haciendo daño.

Cuándo la inflamación se vuelve negativa

El problema llega cuando se produce una respuesta excesiva de nuestro sistema inmune. La inflamación que resulta beneficiosa para el organismo, se puede volver negativa.

Cuando la amenaza cesa, la inflamación también debería parar, pero en ocasiones, nuestro sistema inmune se mantiene alerta, como si siguiera detectando la presencia de un intruso que ya no está. “Sigue llamando la atención al sistema inmune y éste sigue trabajando contra este tejido. Nos puede ocurrir, por ejemplo, en antígenos del corazón en una miocarditis. Entonces, la respuesta inflamatoria pasa de ser aguda a ser crónica”, explica Alecsandru.

La inflamación crónica que dura mucho tiempo puede ser peligrosa porque se asocia a la pérdida de función de muchos procesos fisiológicos y patológicos. Incluso cuando se trata de una inflamación crónica de bajo grado pero constante, aquella que se produce de una forma más lenta y menos grave. Una inflamación crónica no controlada “nos va a desregular todas las funciones del organismo y va a desarrollar patologías de todo tipo, infecciones crónicas como cáncer, alergias y otros procesos como asma y autoinmunidad”, así como abortos, rechazos de la placenta o fallos de implantación de embriones, señalan ambos expertos.

De acuerdo a un estudio publicado por la revista Nature en 2018, más del 50% de todas las muertes en el mundo son atribuibles a enfermedades relacionadas con la inflamación como cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, cáncer, diabetes, enfermedades autoinmunes o neurodegenerativas.

Por qué se produce la inflamación crónica

Una inflamación persistente se desarrolla cuando una infección o una lesión no se han curado bien, o cuando se tiene un trastorno autoinmune, donde el sistema inmunitario ataca por error a un tejido sano o al sistema en general. Además, se puede producir por la exposición a largo plazo a irritantes, como el aire contaminado o químicos industriales, o por el cambio de vida de la sociedad en los últimos 50 años.

Los microorganismo de nuestro sistema digestivo, lo que se conoce como microbiota, "han ido variando para mal con la industrialización. Comemos más procesados, más cosas malas para nuestra salud. Y se rompe ese equilibrio entre bacterias buenas y oportunistas", sostiene la doctora Alecsandru. O como concreta López Hoyos, "la inflamación cuando es beneficiosa no nos enteramos, pero cuando es mala, sí".

Si a esto le añadimos un modo de vida nocivo como dormir poco, tener estrés, fumar, tomar alcohol, comer mal y no recibir vitamina D del sol se pueden producir infecciones a nivel pélvico, urinario, en el endometrio... Y esto despierta la reactividad inmunológica que, aunque sea de bajo grado, "se mantiene todo los días, 24 horas, 365 días al año". Esto tiene un impacto sobre nuestra salud general: "Nos afecta a la sangre, a nivel neurológico... A todo", dice Alecsandru.

Cuáles son los síntomas

Según los parámetros médicos clásicos, López Hoyos apunta que toda inflamación se detecta de cuatro formas: dolor, tumor, rubor y pérdida de función. Siguiendo el ejemplo anterior de la respuesta producida ante un corte en la mano, habrá dolor, la zona se abultará, se enrojecerá y, si el corte es fuerte, puede que perdamos movilidad. Esto mismo es lo que ocurre con todos los órganos que se inflaman, aunque no es tan fácil percibir la inflamación crónica de bajo impacto y menos aún diagnosticarla.

La experta señala que “hay marcadores que dan pistas, pero hay que ir al punto de dónde y qué lo genera. Por ejemplo, a quien tiene hipotiroidismo se le inflama la tiroides, a quien tiene una celiaquía, se le disparan determinados anticuerpos”.

Como aclara la doctora Alescsandru, los síntomas de la inflamación crónica de bajo grado son ya tan comunes que no somos conscientes, “nos hemos acomodado a ellos: a tener un estado de cansancio crónico, a la debilidad, a las infecciones recurrentes, a catarros constantes”. También pueden aparecer problemas recurrentes en la piel como eccemas o soriasis. “La piel es el órgano más grande, hay muchas células inmunes bajo la piel y este es el primer indicador que salta”, dice. Lo podemos apreciar además en la calidad del pelo y de las uñas. Si no están en buen estado, puede ser indicador de que algo no va bien.

Nuestro sistema digestivo nos puede dar la clave de que hay inflamación. Si hay llagas en la boca, digestiones pesadas, problemas para deglutir bien, más flatulencias, tener más deposiciones o dificultad para tenerlas, tener el abdomen distendido aunque se haya comido poco, o dolor en el abdomen pueden ser otros síntomas. Sin olvidar, la dificultad para dormir o la ansiedad. Aunque, tal y como indica Alecsandru, las infecciones recurrentes son el claro indicador de que hay inflamación crónica.

“El sistema inmune trabaja para reparar, pero si no hace otra cosa sino constantemente reparar y reparar, está cansado y no rinde igual. Así, tenemos más otitis, más amigdalitis, más infecciones urinarias o genitales”. Y señala un indicador clave: la candidiasis, una infección por hongos.

Puede aparecer de modo puntual tras haber tomado antibióticos, pero si es recurrente “es un excelente indicador de inflamación crónica, que estamos inflamados hasta el último pelo. Es el marcador de desequilibrio de nuestra flora y de pérdida de inmunidad en la mucosa. Y lo que hay que hacer es buscar de dónde viene y reparar”.

Cómo evitarla

Si la posible causa de la inflamación crónica son hábitos de vida poco saludables, el modo de evitar que aparezca es justamente dejar de tener estos hábitos. Esto incluye dormir bien, no tener estrés y hacer ejercicio. Pero, en este último caso, los expertos recomiendan hacer ejercicio moderado y continuo, porque si es muy intenso también puede generar inflamación.

Según Alecsandru, es mejor si podemos realizar alguna actividad en un entorno natural y no en la ciudad, donde estamos expuestos a más agentes ambientales que influyen en la inflamación, así como evitar agentes ambientales externos que fácilmente activan la respuesta inmunitaria, como el tabaco.

En el caso de que ya se sufra inflamación crónica, ¿cómo podemos tratarlo?

López Hoyos sostiene que "si ya has empezado, es un problema, porque ya has iniciado el incendio y lo que tienes es terreno quemado. Cuanto antes lo reviertas, mejor y tratar de revertirlo", quien apunta que lo primero, casi siempre, es bajar de peso y mejorar los hábitos de vida.

Por su parte, Alecsandru aclara que si vemos que cada vez “toleramos peor los alimentos, sería bueno consultar a un especialista en nutrición y con simples cambios, como ingesta de unos alimentos y otros no, toma de antioxidantes, protectores o probióticos, podemos mejorar nuestra salud”.

Como ella misma señala, lo que tenemos que intentar es, sobre todo, escuchar y fijarnos en nuestro cuerpo, porque "es un libro abierto, nos da señales por todos lados. Cuando nos dice algo muchas veces, hay que hacerle caso".