Estos son los peligros asociados al mal uso de las lentillas
Aunque utilizar lentillas es generalmente seguro, ciertos malos hábitos y descuidos pueden desencadenar infecciones y complicaciones, algunas de ellas graves
“Me llamo Carol, tengo 26 años y creo que estoy a punto de perder mi ojo por un muy mal uso de las lentillas”. Así comienza un vídeo compartido en TikTok el pasado 31 de agosto. En la grabación se puede ver a la joven con el ojo tapado, relatando cómo ha llegado a esa terrible situación.
Las popularmente conocidas como lentillas son una alternativa habitual a las gafas. Según el Libro Blanco de la Salud Visual en España, por ejemplo, un 13 % de la población de este país las utilizaba en 2021, siendo especialmente populares entre las mujeres de 18 a 35 años. Su principal aplicación es corregir problemas visuales comunes como la miopía, aunque también pueden emplearse con fines cosméticos, terapéuticos o para mejorar la visión en casos complejos.
Aunque recurrir a las lentillas se considera muy seguro, un mal uso puede producir complicaciones de diversa gravedad, desde problemas leves de visión o pérdida de comodidad hasta infecciones capaces de poner en peligro nuestros ojos. Incluso las complicaciones más leves pueden requerir un tiempo de descanso de las lentillas. El riesgo aumenta cuando los usuarios no siguen las pautas de uso y mantenimiento.
Por desgracia, el incorrecto empleo de las lentillas es relativamente frecuente. Entre las principales causas podemos destacar una deficiente comunicación entre los usuarios y los profesionales. De hecho, olvidar las instrucciones para usarlas es una de las justificaciones más comunes. Las limitaciones económicas, la pereza, los malentendidos o seguir indicaciones contradictorias procedentes de varias fuentes también son factores a tener en cuenta. Curiosamente, las personas que utilizan lentillas desechables diarias (de un solo uso) son más propensas a seguir las instrucciones, tal vez porque son más sencillas.
Consejos para minimizar los riesgos
Muchas veces, los usuarios no son conscientes de sus malos hábitos y del peligro al que exponen sus ojos. Para evitarlo, hay que seguir las siguientes precauciones:
Lávese bien las manos. Más de la mitad de los usuarios admite que no lo hace adecuadamente. El contacto con las manos sucias es un factor de riesgo para que tanto las lentillas como la superficie ocular se contaminen con microbios patógenos. Lavarnos y secarnos las manos de forma adecuada con agua y jabón antes de manipular las lentillas, ya sea para ponérnoslas o quitárnoslas, reduce de manera significativa la probabilidad de infecciones.
Frótelas para limpiarlas. Con el fin de eliminar los microorganismos y residuos, las lentillas deben frotarse con la yema de un dedo en la palma de la mano y, posteriormente, enjuagarse. Esta sencilla acción reduce las probabilidades de contraer infecciones.
No reutilice el líquido de limpieza y desinfección. Se estima que entre un 10 y un 35 % de los usuarios aprovecha el líquido del día anterior añadiendo más. Podemos pensar que es una buena idea para ahorrar dinero, pero acarrea un importante aumento del riesgo de infecciones. Otros comportamientos desaconsejables son utilizar los productos caducados o guardar las lentes en una solución salina. En cualquier caso, llene el estuche con la cantidad suficiente de líquido nuevo para cubrirlas completamente.
No las lave con agua del grifo ni se duche o nade con ellas puestas. El agua y las lentillas combinan mal, incluso para ducharnos o ir a nadar. El agua del grifo contiene muchos tipos de microorganismos, y entre ellos, un protozoo especialmente peligroso: la Acanthamoeba. La queratitis producida por este patógeno es un tipo raro pero muy grave de infección ocular que suele ser muy dolorosa y difícil de tratar. Puede provocar pérdida gradual de visión e, incluso, ceguera. La gran mayoría de casos afecta a usuarios de lentillas; sobre todo, a los que se duchan o bañan con ellas. Por suerte, la incidencia de queratitis por Acanthamoeba relacionada con las lentillas es baja: en Europa oscila entre 1 y 5 por millón de usuarios.
No duerma con ellas puestas. Es un descuido que aumenta el riesgo de sufrir una infección, ya que la mayoría de lentillas disponibles en el mercado no son aptas para utilizarlas con los ojos cerrados. Nunca debemos dejárnoslas puestas mientras dormimos, ni siquiera durante una pequeña siesta. Este comportamiento se da con mayor frecuencia al viajar, dormir fuera de casa o consumir bebidas alcohólicas. Solamente hay que hacerlo si lo especifica un profesional. También es importante no sobrepasar las horas de uso recomendadas.
Renuévelas dentro del plazo indicado. En un estudio reciente realizado entre estudiantes universitarios, un 61 % de los participantes admitió no cumplir regularmente el reemplazo recomendado. Es otro clásico de ahorro económico. Sin embargo, las lentillas comienzan a deteriorarse desde que se estrenan, perdiendo propiedades que son muy importantes para garantizar un uso seguro. Esta negligencia puede acarrear, entre otras complicaciones, lesiones en la córnea.
Limpie y reponga el estuche de sus lentillas. Es muy frecuente que los usuarios olviden limpiar su estuche diariamente, lo que también aumenta las probabilidades de contraer una infección. De entre los que sí lo hacen, un alto porcentaje emplea agua, uno de los grandes enemigos de las lentillas, como ya hemos visto. El método más eficaz para limpiar el estuche es utilizar el mismo líquido que usamos con las lentillas, secarlo con un pañuelo limpio y dejarlo terminar de secar boca abajo. Además, debemos evitar guardarlo en ambientes húmedos como los cuartos de baño. Estas prácticas minimizan una posible contaminación microbiana. Por último, muchos usuarios olvidan sustituirlo por uno nuevo de forma regular, lo que agrava la situación.
Siga las indicaciones de su óptico-optometrista. Utilice los productos que le recomiende y acuda a las revisiones de seguimiento. Y si nota cualquier tipo de molestia, tiene los ojos rojos y/o la visión borrosa, deje de ponerse temporalmente las lentillas y consulte a un profesional.
Entonces, ¿es seguro utilizar lentes de contacto?
Por supuesto, tanto para niños como para adultos. Ofrecen muchas ventajas, que van desde aumentar la confianza del usuario a facilitar su participación en actividades cotidianas. No tenemos por qué tener problemas con ellas: basta con seguir unas sencillas pautas que nos explicará nuestro óptico-optometrista durante su adaptación.
A pesar de los mitos y la desinformación que circulan en torno a las lentes de contacto, son una solución ideal para aquellas personas que no quieren utilizar gafas. El secreto del éxito es seguir siempre las indicaciones y mantener una higiene impecable.
Diego García Ayuso, Profesor Titular del área de Optometría e Investigador del Grupo de Investigación en Oftalmología Experimental. Universidad de Murcia, Universidad de Murcia y Johnny Di Pierdomenico, Profesor Contratado Doctor del área de Optometría e Investigador del Grupo de Investigación en Oftalmología Experimental., Universidad de Murcia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.