'CASO PELICOT'

Que la vergüenza cambie de bando: Dominique Pelicot, "el buen padre" y 51 "tipos normales"

El tribunal penal de Aviñón ha declarado este jueves culpable de todos los cargos a Dominique Pelicot, marido de Giséle Pelicot, a la que drogó para que fuera violada por medio centenar de hombres.

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Esther Garcia Amaro

Madrid |

Gisèle Pelicot, en una jornada de juicio en Francia. | EFE/EPA/GUILLAUME HORCAJUELO

"Que la vergüenza cambie de bando", pidió el abogado Gisèle Pelicot. Una frase que se ha convertido en un lema de la lucha feminista contra el abuso sexual. Un grito de guerra para que las mujeres violadas dejen de cargar con la culpa y los señalados sean ellos, los agresores, los hombres.

Gisèle Pelicot, de 72 años, es la víctima de uno de los casos de agresión sexual más atroces de la historia reciente. Durante casi 10 años, desde 2011 a 2020, fue violada por decenas de hombres después de ser drogada por su marido, Domique Pelicot, que publicitaba las agresiones en chats de internet y las grababa.

[Actualización: Dominique Pelicot ha sido declarado culpable de todos los cargos por drogar y violar repetidamente a su mujer]

Hay acreditadas 92 violaciones y han sido identificados 51 agresores, entre ellos su marido Dominique. Todos ellos se enfrentan hasta 650 años de prisión y este jueves se ha conocido la sentencia de un juicio que comenzó en septiembre.

Un juicio para la historia

En un acto de enorme valentía, Gisèle Pelicot renunció a su derecho a un juicio a puerta cerrada y optó por mirar de frente a sus agresores para exponer su identidad y mandar un mensaje a las víctimas de violencia sexual: "La vergüenza no es para nosotras, es para ellos".

El mensaje de Gisèle ha dado la vuelta al mundo y ella se ha convertido en un icono feminista dentro y fuera de Francia. Durante el tiempo que ha durado el juicio, cientos de mujeres le han mostrado su apoyo a las puertas tribunal de Aviñon, donde ha sido recibida entre aplausos y decenas de murales reivindicativos.

Sin embargo, el amparo del feminismo se ha quedado en las calles aledañas al tribunal. Dentro de la sala hemos visto el tratamiento revictimizante de la defensa durante los interrogatorios, en los que se ha llegado a insinuar que Gisèle dio su consentimiento o donde el juez se ha referido a las violaciones como "actos sexuales".

Los ataques a Gisèle han sido evidentes y el objetivo, claro: que parezca culpable de lo ocurrido. Una muestra más de que el sistema judicial aún tiene mucho que avanzar en perspectiva de género para que la reparación de la víctima sea integral.

No son monstruos, son hombres corrientes

Otro de los puntos más controvertidos del caso es el perfil de los acusados. Lejos de la imagen del 'monstruo' que acecha a la mujeres en callejones oscuros, los 51 hombres que violaron a Gisèle mientras estaba inconsciente -casi en coma- son un reflejo de la sociedad francesa, lo que les ha valido el apodo de Monsieur-Tout-Le-Monde (el hombre normal y corriente).

Los hay jóvenes, viejos, gordos, delgados, negros y blancos. Bomberos, camioneros, soldados, guardias de seguridad, un periodista y un DJ. Tres cuartas partes de ellos tienen hijos y la mitad están casados ​​o tienen pareja. Y luego está Dominique, un "buen padre" y marido muy querido por su familia. Lo que se conoce como un "buen tipo".

La psicóloga que le examinó concluyó que no tiene problemas mentales, ni patologías que le impidan diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal. Cuenta con un funcionamiento psicoafectivo correcto y relaciones personales estables. La experta aseguró que Dominique deshumanizaba por completo a su mujer. La concebía como un mero objeto para satisfacer sus necesidades sexuales.

El hecho de que los agresores sean muy distintos entre sí, con profesiones, orígenes y edades diferentes (de los 21 a los 74 años), evidencia que no existe un perfil típico de los hombres que cometen violencia sexual. La dos únicas características comunes entre ellos son que son hombres y que contactaron con Pelicot a través de foros de internet.

Así lo defendieron 200 hombres de la cultura francesa en un artículo publicado en septiembre en el diario 'Libération', donde reclamaron el reconocimiento de que "la violencia masculina es una realidad sistemática".

Los firmantes reivindicaron partir del reconocimiento del carácter "sistémico" de la violencia contra las mujeres y de la responsabilidad de todos los hombres. La razón es que "todos los hombres, sin excepción, se benefician de un sistema que domina a las mujeres".

'Not all men, but always a man'

La magnitud del caso Pelicot ha puesto de manifiesto la envergadura de la violencia machista y la cultura de la violación. Pero cuando un caso de violencia de género como éste se hace tan viral, el machismo siempre responde.

En este caso la reacción pudo verse en redes, donde muchos usuarios utilizando el hashtag 'Not all men' (no todos los hombres) intentaron perfilar a los agresores como 'monstruos' y, por lo tanto, mostrarles como la excepción. Pero la realidad es que la violencia machista es la norma, no la excepción, y siempre es ejercida por hombres que, en la mayoría de los casos, pertenecen al entorno de la víctima. 'Not all men, but always a man'.

Francia, ante el debate del consentimiento

Francia asimila estos días las implicaciones de su mayor juicio por violación y puede ser una gran oportunidad para incluir el consentimiento en la ley, como en España fue el caso de 'La Manada'.

Actualmente la ley define la violación como "cualquier acto de penetración sexual de cualquier tipo o cualquier acto buco-genital cometido contra otra persona mediante violencia, obligación, amenaza o sorpresa", pero el caso Pelicot abre la puerta a una posible reforma de la legislación para incluir explícitamente el consentimiento en la definición del delito de violación.

La exclusión del consentimiento en la ley francesa incumple, además, el Convenio de Estambul, que exige a los países penalizar cualquier acto sexual sin consentimiento voluntario.

Aunque casos tan macabros como el de Gisèle Pelicot existen, gran parte de la violencia sexual se desdibuja por la estigmatización y el miedo de la víctima al agresor y a no ser creída. Con su coraje, Gisèle nos recuerda la importancia de luchar para que se haga justicia ante la ausencia de consentimiento. Ojalá, esta vez sí, la vergüenza cambie de bando. Y para siempre.