Diez días en los sótanos de Kiev
La población de la capital ucraniana resiste ante el asedio de las tropas rusas con la esperanza de que las conversaciones por la paz surtan efecto; sólo pueden salir a ducharse, comprar o ayudar a los mayores
Madrid | 06.03.2022 15:28 (Publicado 06.03.2022 13:28)
Los días por las calles de Ucrania apenas duran doce horas, aunque para sus habitantes parezca que sean jornadas eternas de una semana. El toque de queda deja lo justo para subir a casa, ducharse y cambiarse de ropa; hacer la comida, salir a comprar los alimentos esenciales y ayudar a esas personas, sobre todo mayores y enfermos, que no pueden salir de sus domicilios. La vida sigue igual en Kiev, asediada por las tropas rusas, a la espera de que las conversaciones por la paz venzan a las bombas.
Han transcurrido diez días desde que Rusia inició su invasión en Ucrania. Diez días en los que los ciudadanos de Kiev han cambiado el calor de sus hogares por la oscuridad de sus garajes. Allí pasan ahora la mayor parte de la jornada. Las familias siguen unidas a excepción de aquellas a quienes la guerra les ha robado vidas o ha reclamado para el frente a algún militar. Los hombres entre 18 y 60 años no pueden abandonar el país porque deben estar preparados para alistarse si son reclamados para la defensa. Mientras eso ocurre, se preocupan de vigilar los exteriores de urbanizaciones y casas para evitar los saqueos o la entrada de algún ruso infiltrado. Se han visto minas y bombas pequeñas cerca de farmacias, cajeros o mercados, asegura uno de esos muchos ucranianos, exfutbolista de la Liga, padre de tres hijos y con cuya mujer duerme, desde hace diez días, en el aparcamiento de su edificio.
Desde que las bombas hicieron saltar por los aires la tranquilidad de Ucrania, sólo se puede salir a comprar alimentos básicos como huevos, pan, salchichas, arroz, macarrones, azúcar o sal. Conseguir fruta y carne es más complicado, afirma. De sus tres hijos, dos son mayores de edad (19 y 24 años) y, como él, no pueden abandonar el país por si les reclama el ejército. Su mujer y su hijo pequeño, de cinco años, no quieren separarse de ellos. Prefieren afrontar unidos esta crisis. Psicológicamente, como reconoce, es complicado. Hay nervios y mucha preocupación por lo que puede pasar con sus padres, con sus hermanos, con sus seres queridos.
Hay pánico a iniciar un viaje hacia ninguna parte, sin un destino definido. A quedarse atrapado en una carretera, afirma resignado. A pesar de la guerra, siguen dando gracias a Dios por continuar juntos y estar vivos. El papel de Volodímir Zelenski ayuda a la población ucraniana a estar en pie. El presidente de Ucrania se mantiene en la capital. No se ha marchado del país y trabaja para intentar controlar la situación, recuerda con esperanza este ucraniano de 46 años.
A la espera de la tercera ronda de diálogos entre Rusia y Ucrania, la esperanza es que pueda haber un acuerdo. Preguntando por la postura de la población rusa, este ciudadano de Kiev señala que muchos no saben lo que realmente está pasando porque han bloqueado internet y los teléfonos por miedo a que se conozca realmente lo que su Gobierno está haciendo. Las temperaturas han estado por debajo de cero en la matinal de este domingo. Para mitad de semana, se espera una bajada drástica que podría hacer caer el mercurio hasta los diez grados por debajo de cero. Hay zonas sin luz ni agua y la situación puede hacerse aún más complicada. La duda entre los ciudadanos es cuánto tiempo se podrá aguantar así.
Solos no podemos aguantar ni remontar esta situación. Europa ha dicho que nos va a ayudar a levantar nuestro país. Ahora nosotros tenemos que resistir
Es demasiado pronto para hablar del futuro, pero este ucraniano, cuya identidad prefiere mantener el anonimato, espera que la Unión Europea les ayude a escapar de la guerra y a reconstruir su país con la ayuda de todo el mundo: "Solos no podemos aguantar ni remontar esta situación. Europa ha dicho que nos va a ayudar a levantar nuestro país. Ahora nosotros tenemos que resistir". Mientras tanto, reconoce, únicamente les queda mantener la esperanza y ayudar en lo que sea posible. Así piensa un hombre cuya vida siempre ha girado alrededor de un balón y nunca cerca de un arma: "Yo no sé disparar y, por eso, me limito a limpiar, a ayudar en casa de esos mayores que no pueden valerse por sí mismos y a que mi hijo pequeño, de cinco años, siga con sus juegos y sus películas para que esta historia de la guerra no le quede como un trauma para toda su vida". Hoy no ha sido un domingo cualquiera en Kiev.