El Valle de los Caídos sin Franco: Se buscan ideas
La exhumación de los restos de Franco reabre el debate sobre el futuro del mausoleo donde el dictador ha permanecido 44 años, un enclave siempre objeto de polémica por su fuerte carga simbólica para el nacional-catolicismo y la dictadura franquista pese a que allí también yacen miles de republicanos.
No hay una respuesta unánime a la pregunta de "qué hacer" ahora con el conjunto monumental, donde se combina la mayor fosa común de España -con al menos 33.847 enterrados, porque probablemente sean muchos más-, una basílica excavada en la roca, una abadía con hospedería regentada por benedictinos, una escolanía, un centro de estudios y una cruz de 150 metros rodeada de enormes esculturas.
Tras la exhumación de Francisco Franco, y siguiendo la pista de las recomendaciones que en 2011 hizo la Comisión de Expertos dedicada a analizar el futuro del Valle, el siguiente paso sería trasladar al cementerio del propio recinto al fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, que al igual que Franco se ubicaba en un lugar preeminente en el templo.
También toca la revisión del estatus jurídico de la fundación que gestiona el lugar. Pero el modo de acometer la "resignificación" aconsejada por los expertos y el sentido último del proceso abre un escenario de ideas no siempre coincidentes, y matizadas por la imperiosa necesidad de acometer obras en un recinto notablemente deteriorado.
El antropólogo del CSIC Francisco Ferrándiz, uno de los doce expertos de la comisión que redactó el informe de 2011, el exministro socialista Ramón Jáuregui, promotor de aquella iniciativa, y el exdirector general de Memoria Histórica, Fernando Martínez, convienen que la exhumación de Franco supone un antes y un después.
A partir de ahí sus visiones son discrepantes, porque si para Ferrándiz la propia concepción, iconografía y circunstancias históricas del Valle de los Caídos lo "anulan" como lugar de reconciliación, Ramón Jáuregui está convencido de que precisamente es idóneo para convertirlo en símbolo de concordia.
EL VALLE COMO SÍMBOLO RECONCILIATORIO
Jáuregui, ministro de la Presidencia en 2011, asegura que: "El Valle de los Caídos es el lugar más emblemático para simbolizar el gran pacto reconciliatorio". Y propone una intervención arquitectónica en la explanada a partir de un concurso de ideas que permita "transformar absolutamente" su naturaleza.
Se le ocurre un monumento en mármol negro con los nombres de los enterrados, a semejanza del dedicado en Washington a los veteranos de Vietnam, pero en todo caso un proyecto "artísticamente brillante" que refuerce lo que él llama el "abrazo reconciliatorio" del enclave.
También apuesta por abrir un "espacio museístico" para el área exterior dedicado a explicar la Guerra Civil, el papel de los presos políticos en la construcción y el origen del mausoleo, e incluso plantea incorporar muestras del arte republicano en el exilio como sugerencia novedosa.
En este punto, el antropólogo Francisco Ferrándiz no ve muy claro instalar en la enorme explanada un monumento como el de Washington, pero sí valora el "reto" que supondría una intervención artística que, eso sí, tendría que ser simbólicamente "tan potente como el Valle" y no necesariamente por su tamaño.
De cualquier modo, Ramón Jáuregui opina que la reforma debería ser tal que habría que cambiar de nombre al recinto. "No puede ser el Valle de los Caídos, tiene que ser otra cosa. Museo de la Memoria, imaginemos", apunta. Y va más allá, porque tras lamentar la a su juicio "intolerable"actitud de la comunidad benedictina encabezada por el prior Santiago Cantera, opuesto a la exhumación, "abiertamente hostil, franquista y nacional-catolicista", deja caer la desacralización del conjunto.
Se trata de una idea que, subraya, "está ahí", pese a que no fue aconsejada por los expertos por ser "más conciliatorio" mantener la abadía y apunta que, sin Franco en la basílica y "tal cual ha sido su comportamiento", marcharse tal vez sería "lo mejor" para ellos.
¿DINAMITAR O RESIGNIFICAR?
Hay propuestas más extremas, como la lanzada en más de una ocasión por el senador de Compromís Carles Mulet, quien además de "expulsar" a los benedictinos aboga por "dinamitar" el monumento. No llega tan lejos el historiador Santos Juliá, cuyo planteamiento consiste en dejar que se arruine porque entiende que no cabe resignificación posible, según ha manifestado reiteradamente.
Ni Francisco Ferrándiz ni Ramón Jáuregui lo aprueban, y el exministro llega a tachar esta idea de "descabellada" y de "disparate" porque desprecia la memoria de las más de 33.000 personas allí enterradas. Insiste en que no hay más alternativa que "dignificar" el enclave mediante la necesaria "dignificación" de los columbarios; sin olvidarse de atender las peticiones de devolución de restos en los casos en que sea posible identificarlos.
Porque el Valle de los Caídos alberga muchas incógnitas, como el número de combatientes republicanos enterrados, y los expertos advierten de que por el modo en que se acumularon los cadáveres, en muchos casos es imposible una identificación certera.
Jaúregui lamenta que durante el tiempo transcurrido desde la aprobación de la Ley de Memoria Histórica de 2007 no se haya podido contar con la colaboración del PP para avanzar en una solución.
"Desgraciadamente, la cuestión de Franco siempre ha sido interpretada por la derecha como algo guerracivilista, cuando justamente es el colofón de la grandeza con la que hicimos la Transición democrática", se lamenta.
Un argumento que comparte el exdirector general de Memoria Histórica Fernando Martínez, ahora senador socialista, quien incide en que "cuando hablan de la memoria empiezan a hablar de la Guerra Civil y a confrontar muertos".
CONOCER LA VERDAD Y "REPARAR" A LOS REPUBLICANOS ENTERRADOS
En su opinión, se trata de conocer la verdad y lograr justicia y reparación para las víctimas "no reparadas" como las del bando republicano. Coincide en que es preciso atender cuantas peticiones de recuperación de restos sean factibles y que el futuro del Valle de los Caídos no pase por su desaparición.
"Yo no soy partidario de tirarlo. El franquismo ha existido en España, el nacional-catolicismo ha existido en España y hay que explicarlo a las nuevas generaciones para que no vuelva a ocurrir", señala. Martínez tampoco concibe el Valle de los Caídos en un "elemento de conciliación" porque con toda la "simbología" franquista que encierra sería muy difícil convertirlo en el "monumento de todos".
"Es un mausoleo del nacional-catolicismo. Es la expresión más clara de la simbiosis entre política y religión", por lo cual propone "explicarlo y resignificarlo" y no necesariamente mediante un centro de interpretación, como planteó la comisión en 2011, sino aprovechando las posibilidades de las nuevas tecnologías.
El investigador Francisco Ferrándiz, estudioso experto en materia de memoria histórica, corrobora las oportunidades que para conseguirlo ofrecen las nuevas tecnologías. Propone crear un espacio explicativo de "memoria crítica sobre el pasado" que convierta el Valle en una "herramienta pedagógica" aprovechando al máximo los recursos digitales.
"La memoria totalitaria es piedra, granito y materiales constructivos y la memoria democrática que tiene que superponerse se conformaría mediante píxeles", explica. El antropólogo imagina un nuevo perfil de visitante para el Valle -alejado de los "nostálgicos" del franquismo, para los que ya dejará de tener sentido sin el dictador dentro- que mediante aplicaciones de móvil, tabletas o con recursos de realidad virtual y aumentada pueda acceder "in situ" a imágenes, sonidos y documentos.
Subraya que este material no debería ser dirigido ideológicamente porque se trataría de elegir a la carta entre contenidos como discursos históricos sobre el mausoleo, canciones de la época, fotografías o fragmentos del NO-DO que ayudaran al visitante a entender la Guerra Civil, por qué se erigió el monumento y cómo se utilizó después.
Entre tanto, la tarea más inmediata, ya con Franco fuera del Valle de los Caídos, sería el traslado de Primo de Rivera, una operación que todos presumen mucho más fácil y más corta en el tiempo que los ocho años que ha costado llevar al dictador hasta el cementerio de El Pardo.
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