El plantón de Ayuso a Sánchez: una anomalía institucional que ahora el PP entiende
El 'no' de Ayuso a acudir con Sánchez ha generado una respuesta desde Génova que matiza lo que decían hace unas semanas.
Del 'me gusta la fruta' al 'delincuente confeso': Todos los choques entre Sánchez y Ayuso
El monólogo de las ocho: "Entre Ayuso y Sánchez no hay discrepancia ni divergencia, se trata de enemistad total"
La enemistad entre Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez ha alcanzado, probablemente, un punto sin retorno. La presidenta de la Comunidad de Madrid confirmó que no acudirá a la Moncloa a la ronda de presidentes, el primer plantón de un popular al presidente del Gobierno en sus 35 años. La negativa de Ayuso no se debe a una simple discrepancia política, ella alude a dos razones fundamentales: los insultos personales y el controvertido acuerdo del cupo catalán.
Dos razones para la ruptura
Ayuso ha señalado que la hostilidad personal con Sánchez es insostenible. Las acusaciones de corrupción por parte del presidente del Gobierno y los insultos dirigidos hacia ella han roto cualquier posibilidad de diálogo. En palabras de la propia Ayuso, esta situación va más allá de lo meramente político, calificando la campaña en su contra como una "brutal ofensiva personal". La presidenta regional ha afirmado que son cinco años los que lleva sufriendo esa campaña en su contra y también en la de su entorno, como su pareja, sus familiares e incluso su pueblo, colegio o barrio.
El cupo catalán lo califica como "pacto inasumible e ilegal". Considera que es la puerta a que el movimiento independentista prepare "un nuevo golpe". Lo considera un trato de favor hacia Cataluña, en detrimento de Madrid y otras regiones. A diferencia de otros líderes regionales del Partido Popular, como Juanma Moreno o López Miras, Ayuso ha optado por no seguir la línea de diálogo institucional defendida por Núñez Feijóo.
La posición del PP
El Partido Popular, que en un principio abogaba por mantener la normalidad institucional, parece haber cambiado de postura en lo que respecta a Ayuso. Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, había declarado previamente que no acudir a una reunión en la Moncloa era un error, recordando cómo él mismo siempre asistió a las citas con presidentes del Gobierno, independientemente de su afinidad política. Sin embargo, tras la decisión de Ayuso, el discurso del PP ha evolucionado.
Borja Sémper, portavoz del PP, ha defendido en Espejo Público que la relación entre Ayuso y Sánchez no es "convencional" y que, ante el nivel de acoso que ha sufrido la presidenta madrileña, es comprensible que haya optado por no acudir. Sémper añadió que, aunque él sí habría asistido, respeta la decisión de Ayuso dada la escalada de tensión. A Feijóo le gustaría que Ayuso acudiera, pero sabe que no va a suceder.
Insultos y descalificaciones en ambas direcciones
El conflicto entre Ayuso y Sánchez no ha sido unidireccional. Además de las acusaciones que ha recibido por parte del presidente, Ayuso también ha utilizado un lenguaje agresivo contra Sánchez y su Gobierno. En una sesión de control, llegó a tildar al Ejecutivo de "mafioso" y "estalinista", acusándolos de utilizar los poderes del Estado contra sus adversarios. Ayuso incluso ha mencionado a Begoña Gómez, esposa de Sánchez, vinculándola con tramas de corrupción, lo que exacerbó aún más las tensiones.
Uno de los episodios más sonados fue el de 2023, cuando Díaz Ayuso, desde la tribuna del Congreso, se refirió a Sánchez como "hijo de puta" tras ser acusada de corrupción en un debate de investidura. Este incidente marcó un punto álgido en la relación entre ambos, y valió a los populares para crear su ya famoso lema, "me gusta la fruta".
La anomalía institucional
La negativa de Ayuso a reunirse con Sánchez supone una ruptura con la tradición institucional que exige la colaboración entre el Gobierno central y las comunidades autónomas. Aunque otros líderes populares como Feijóo siguen abogando por el diálogo, el caso de Ayuso ha instalado a España en una situación de anomalía institucional en la que el conflicto personal ha reemplazado al debate institucional, y en este escenario, las normas tradicionales de la política parecen haberse quedado en un segundo plano.