Emma Cohen, la aventurera actriz que no dejó de explorar en la creación y en el mundo
Al lado del "pelirrojo", como ella llamaba a su amor, Fernando Fernán Gómez, la bella Emma Cohen, que ya llevaba mucho trecho de progresía cuando conoció a aquel actor 24 años mayor que ella, se puso las convenciones por montera y no dejó de explorar en la creación y en el mundo, "libérrima" y sensible.
Había estudiado, en su Barcelona natal, hasta cuarto de Derecho y en la facultad se "enroló" en el TEU para hacer teatro, debutó en el cine con un papel en "Doctor Zhivago", participó del Mayo del 68 y, tras instalarse en el 69 en Madrid, de donde ya no saldría, sus aspiraciones creativas se vincularon a su relación con Fernán Gómez y "se multiplicaron por mil", como ella misma decía.
De protagonizar obras de culto pasó a hacer cuatro películas al año "meramente alimenticias", de ahí a ser asistente de Fernán Gómez en la dirección, a dirigir ella misma, a escribir guiones, a escribir novelas, a hacer "collages", a crear espectáculos para niños... Todo le emocionaba y a todo le encontraba un ángulo que quería examinar más de cerca.
"Siempre me gustó ser exploradora eterna y aventurera", aseguraba Cohen en una entrevista con Efe con motivo de la publicación de su novela "Ese vago resplandor", protagonizada por una vagabunda, y con claros tintes autobiográficos, en la que recreaba su infancia y juventud y sus comienzos como actriz.
La había escrito en 2011, cuando ya llevaba cuatro años viuda "de papeles", que no de hecho, del actor y director, al que conoció en el rodaje de "Pierna creciente, falda menguante", en 1969.
"Cuando le conocí fue un hallazgo soberbio, fantástico: vivir con Fernando fue como encontrar el oasis que necesitaba para permanecer en esta ciudad sin amargarme. Mis primeros años en Madrid fueron los del resplandor del pelirrojo", resumía sobre su relación, que tuvo un paréntesis de más de un año cuando llevaban diez juntos aunque nunca más volvieron a separarse.
Aquel tiempo, recordaba, fue "de aprendizaje, de solidaridad, de amistad, de vida plena. De resplandor, como debió de ser la revolución rusa en los primeros meses o la revolución francesa. Todo aquello se me quedó en las neuronas".
Había nacido, como Emmanuela Beltrán Rahola, en el seno de una familia de la burguesía catalana, con un abuelo "rojo" y otro "nacional", y desde muy temprana edad formó parte de "las cómicas" del colegio.
"Como era preceptivo", se reía, en cuanto llegó a la universidad, que sucumbió por entero a su belleza, como recordaba Mario Gas, se hizo "progre entre los progres" y dejó claro que "lo suyo" no era lo esperado, es decir, "formar una familia", sino que lo que quería era "vivir y experimentar".
Pero no fue hasta que fue en 1968 a Nancy (Francia), con la compañía teatral de Adria Gual, cuando se dio cuenta de que "España estaba en la edad de piedra" y decidió romper con todo lo anterior y tanto lo hizo que llegó a "poseer" el "título" de "musa underground de la modernidad".
Hizo teatro como "Marat-Sade", "A puerta cerrada" o "Un enemigo del pueblo", pero también películas de la "Transición erótica", como ella la llamaba, entre ellas "Cuentos eróticos", de terror y comedias sin mucho fundamento.
Dejó joyas como "Nosotros que fuimos tan felices", "Bruja más que bruja", "Tigres de papel", "Mambrú se fue a la guerra" o "El viaje a ninguna parte" y empezó a trabajar sus propios guiones, a estar cada vez más interesada en el detrás de la cámara que en el delante,
Cohen dejó de hacer "el cine alimenticio" porque le parecía "más auténtico estar con Fernando que estar rodando películas estúpidas" y ese fue el principio de lo que ha sido un total alejamiento de la vida pública, de la que había sido una de sus protagonistas más fotografiada y perseguida.
Y en su casa, cuando llevaba más de 20 años alejada del cine y la televisión, aunque había hecho alguna cosa como "El Pícaro" en teatro, se dedicaba a escribir relatos y a imaginar proyectos escénicos, cada vez más encerrada en el mundo que construyó junto a "el pelirrojo".
Emma Cohen y Fernando Fernán Gómez, que había estado casado con María Dolores Pradera, contrajeron matrimonio en 2000, en el propio hospital donde el actor había sido ingresado. No fallecería hasta 2007, justo el mismo día del cumpleaños de ella, el 21 de noviembre.