Rescates y relecturas imprescindibles
En 2013, al menos desde la distancia corta, no ha habido ninguna novela que se haya destapado como una obra maestra, el tiempo dirá, ni ningún fenómeno viral de la magnitud de Larsson o Sombras de Grey. Sin embargo, abundan los títulos de interés, que les ofreceremos en dos entregas semanales en forma de guía de compras navideñas y para Reyes. Prepárense, Julia en la Onda va a ponerles la elección muy difícil.
Uno de los nuestros, de Willa Cather (Nordica). Esta novela le valió a Cather (1873-1947) el premio Pulitzer en 1923. Pese a ser una mujer avanzada en lo personal –era lesbiana declarada en unos tiempos muy difíciles– fue conservadora en lo narrativo y eso le costó caro en una época de cambios literarios. Ahora da gusto recuperar esta epopeya personal con una primera parte estupenda y una visión edulcorada de la guerra que le resta algo de fuerza al final.
Espíritu festivo. Cuentos de fantasmas, de Robertson Davies (Libros del Asteroide). Este año se ha cumplido el centenario del nacimiento de este canadiense que ha influido en los mejores escritores norteamericanos contemporáneos. Asteroide está recuperando su obra para el lector español. Todas son buenas. Cada año, Davies (1913-1995) escribía un cuento de fantasmas que leía en la cena de Navidad. Imaginación a raudales.
Diario de una dama de provincias, de E. M. Delafield (Libros del Asteroide). Antes de ser un libro, fue publicada como serie por entregas en los años 30. La inglesa Delafield (1890-1943) ofrece, en forma de diario, las deliciosas, divertidas e irónicas reflexiones de una dama de la alta sociedad rural inglesa en permanente lucha con su temperamental cocinera, su quisquillosa institutriz francesa y la pedante y riquísima Lady B, para cuya familia trabaja su marido.
Máscaras femeninas, de Fumiko Enchi (Alianza). Un sutil retrato de la mujer japonesa y de las relaciones familiares. Mejor dicho, de las relaciones entre mujeres. Enchi (1905-1986) narra un juego psicológico, a ratos lírico en otros inquietante, en el que reflexiona sobre el amor, la infidelidad y los celos en el marco del Japón actual, con un gran peso de la tradición.
El hombre que quería llegar lejos, de Hans Fallada (Maeva). La recuperación del alemán Fallada (1893-1947) es una de las mejores noticias literarias de los últimos años. Siento debilidad por él. Con Bertold Bretch, fue uno de los mayores exponentes de la Nueva Objetividad alemana. Un escritor magnífico. En esta novela, narra la llegada al cosmopolita Berlín de 1909 de un joven de 16 años dispuesto a abrirse camino en una ciudad despiadada.
Disparos en la noche, de Dashiell Hammett (RBA). Podríamos enmarcarlo en varios apartados de esta guía. Es el padre de la novela negra y uno de los mejores narradores de la primera mitad del siglo XX. En este volumen se reúnen todos sus cuentos, la mejor recopilación publicada hasta ahora –incluyendo las de lengua inglesa–. Hammett (1894-1961) domina como pocos los resortes del relato corto. Duro y emocionante.
Un paraíso inalcanzable, de John Mortimer (Libros del Asteroide). Otro ejemplo del olfato de esta editorial. Mortimer (1923-2009) escribió una inteligente y mordaz novela que recorre la historia del Reino Unido, desde la inmediata postguerra mundial hasta el thatcherismo, a través de las vidas de un pastor protestante –un rojo de salón, heredero de una cervecería– y su familia.
Las chicas del campo, de Edna O’Brien (Errata Naturae). Primera novela de esta escritora irlandesa que se atrevió a romper el silencio –y los tabúes– sobre la situación de la mujer y de las relaciones sociales y sexuales en la muy pacata y represora Irlanda de los años 50. O’Brien (1930) narra la historia de Caithleen, su paso de la juventud a la madurez, en un marco tan duro como encantador. Su galería de personajes es excepcional.
Ensayos, de George Orwell (Debate). El caso del espionaje masivo ha devuelto el interés por el creador de 1984. Además de un influyente novelista, Orwell (1903-1950) está considerado el ensayista inglés más importante del siglo XX. Este volumen reúne, por primera vez, sus ensayos más emblemáticos, una muestra de su visión aguda de la realidad en campos muy diversos.
La solterona, de Edith Wharton (Impedimenta). Novela corta magistralmente escrita. Wharton (1862-1937) demuestra su conocimiento profundo de las relaciones sociales y retrata con precisión la psicología de sus protagonistas, mujeres de la alta sociedad neoyorquina de mediados del siglo XIX. Un relato sobre opciones personales, con una atinada reflexión sobre la rivalidad, la familia y el estatus social.
Novela histórica
La reina descalza, de Ildefonso Falcones(Grijalbo). Es, junto con la de Sarah Lark, la novela con más vocación de bestsellerde esta selección. Sexo, pasiones, amores, traiciones y venganzas llevadas al extremo en la España del siglo XVIII. Escenarios múltiples –Sevilla, Madrid...– para una historia con dos protagonistas poco comunes, una esclava negra liberada en Cuba y una gitana de Triana.
Las olas del destino, de Sarah Lark(ediciones B). La alemana Sarah Lark se ha destapado como una prolífica creadora de sagas familiares y sentimentales ambientadas en el pasado, en escenarios exóticos y con protagonistas femeninas de varias generaciones. Tras el éxito de su Trilogía maorí, situada en Nueva Zelanda, nos propone un viaje al Caribe del siglo XVIII en compañía de Deirdree, hija de una inglesa y de un esclavo africano que protagonizaron la primera entrega, La isla de las mil fuentes.
Una reina en el estrado, de Hillary Mantel(Destino). Con este libro, Mantel consiguió el premio Booker, el más importante para novelas escritas en lengua inglesa. Una garantía. Narra la caída de Ana Bolena en la corte del rey inglés Enrique VIII, La corte del lobo, que fue el primer título de la serie; con aquel libro, Mankel obtuvo también el Booker, convirtiéndose en la única serie de novelas que ha conseguido el prestigioso premio en sus más de 40 años de historia.
Ronin, de Francisco Narla (Temas de Hoy). Narla, tras el éxito de su primera novela, Assur, vuelve a escoger un episodio histórico muy poco explorado por la narrativa española pese a su gran atractivo. En un trabajo documentadísimo, nos conduce a 1600, a dos escenarios distintos, el Japón inmerso en una guerra civil y la España en decadencia de Felipe III. Las vidas del samurái Saigo Hayabusa y del veterano de Flandes Dámaso Hernández de Castro acabarán unidas por el destino.
Dispara, yo ya estoy muerto, de Julia Navarro(Plaza & Janés). La novela más ambiciosa, por su planteamiento y escenarios, de Julia Navarro. Aborda el difícil tema de las relaciones entre árabes y judíos a partir de dos familias –una de cada religión– desde finales del siglo XIX hasta 1948, año en el que se constituyó el estado de Israel. Ha conseguido un difícil equilibrio por el que tanto judíos como musulmanes se sienten bien retratados.
Circo Máximo, de Santiago Posteguillo (Planeta). Autor de referencia de la novela histórica en español, Posteguillo ha publicado este año la segunda parte de su trilogía sobre Trajano. La novela recupera el esplendor de Hispania y Roma del siglo I d. C. con una trama trepidante y una ambientación espectacular rica en detalles y en matices.
Victus, de Albert Sánchez Piñol (La Campana). La crónica de la caída de Barcelona durante la Guerra de Sucesión. El autor ha conseguido evitar caer en una obra de contenido político para recrear la época y rescatar personajes reales cuyas vidas hubieran sido rescatadas hace tiempo de ser franceses o ingleses.
La luz entre los océanos, de M. L. Stedman (Salamandra). Sorprendió su éxito en Australia. Usa los recursos del género para explicar una historia mucho más intimista sobre el amor y la pérdida. El punto de partida es prometedor: 1926, un farero –destinado en una remota isla– y su esposa adoptan a una niña cuyos padres parecen haber muerto en un naufragio. Tiempo después, la madre aparece para reclamar a su hija, Lucy, a la que llevaba años buscando.
Mucho más que viajes y aventuras, epopeyas personales
Héroes, aventureros y cobardes, de Jacinto Antón(RBA). El periodista Jacinto Antón es un relator de aventuras personales superdotado, capaz de convertir una excursión dominguera en una epopeya divertidísima. En este volumen recoge perfiles biográficos de los personajes a los que alude el título: héroes, aventureros y cobardes. La documentación exhaustiva invita a ampliar la búsqueda por nuestra cuenta. .
Las niñas buenas no van al polo Sur, de Liv Arnesen (Interfolio). Crónica del viaje que convirtió a Arnesen en la primera mujer que conquistaba el Polo Sur, en 1994. Puede leerse, también, como un apasionante manual para convertir un sueño –todos los tenemos– en una meta y, además, conquistarla.
¡Bici! Toro!, de Édouard de Perrodil (Interfolio). Es una delicia cuyo subtítulo aclara algo más: Un poeta en bicicleta. París-Madrid, un viaje épico-festivo en 1893. El autor es Édouard de Perrodil, periodista y poeta francés que realizó el viaje en compañía de su amigo e ilustrador Henri Farman. El contraste entre la moderna capital francesa y los pueblos y ciudades que los dos aventureros se encontraron a su paso brinda momentos delirantes.
Salvaje, de Cheryl Strayed(Rocaeditorial). Tras leer este estimulante libro a uno le dan ganas de coger las botas y echarse a la carretera. Ha pasado injustamente desapercibido. Narra los 1.800 Km que la autora recorrió por la Costa Oeste norteamericana. Mientras nos guía por los paisajes más salvajes que podamos imaginar, reflexiona sobre cuestiones del calado del dolor y la capacidad de supervivencia.
Una buena cosecha negra
Nota previa– Me encanta la novela negra. Ahora mismo es el género más en forma y, por eso, su selección es la más extensa de la lista de 2013. Se me ve el plumero, qué le vamos a hacer.
Malvados, de John Connolly (Tusquets). Pocos autores son capaces de retratar el Mal con mayor calidad literaria. Sus novelas proponen una profunda exploración del alma humana. Además, el muy puñetero, mezcla como nadie los toques supuestamente sobrenaturales con la acción más racional. En Malvadosofrece una historia de venganzas que hunde sus raíces en el siglo XVII.
La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker (Alfaguara). Pese a su éxito, se ha visto perjudicada por los exagerados elogios de una parte de la crítica francesa, que la ha comparado a clásicos como Roth o Nabokov cuando se trata de una absorbente novela policiaca sin mayores pretensiones. La relación entre dos autores famosos –maestro y alumno– y la lejana desaparición de una adolescente tejen un argumento de giros sorprendentes.
Vivir de noche,de Dennis Lehane (RBA). Cuando Lehane está en un buen registro –como en esta novela– te deslumbra con sus personajes ambiguos y sus escenarios históricos. Aquí nos ofrece el retrato descarnado de la época de la Prohibición a través del hijo delincuente de un jefe corrupto de la policía de Boston. Una pregunta incisiva late tras las aventuras y desventuras de Joe Coughlin: ¿se puede ser un criminal y, a la vez, una buena persona?
El oscuro invierno, de David Mark(Siruela). Ha sido uno de los fenómenos policiales del año en el Reino Unido. Ofrece la –digamos– cara mísera de un país al que, desde aquí, vemos próspero, deslumbrados por los oropeles de la City. Mark plantea un interesante punto de partida –el asesinato de supervivientes de catástrofes– en un marco, la ciudad de Hull, que es una de las zonas más deprimidas de Gran Bretaña.
Cold Cold Ground, de Adrian McKinty(Alianza). Un viaje negro y angustioso a la Irlanda del Norte de los años 80, en plena guerra civil. Pistoleros católicos y protestantes sin escrúpulos, un ejército británico con gatillo fácil y un detective, Sean Duffy, que vive entre dos aguas –es un católico en un cuerpo mayoritariamente protestante–, dan a esta novela una dimensión política que escapa a los límites del género. Se palpa el miedo.
El muñeco de nieve,de Jo Nesbo (RBA). Para muchos, Nesbo es el mejor escritor escandinavo de novela negra y, ahora mismo, uno de los más destacados del mundo. Nos devuelve a su investigador estrella, Harry Hole, en una trama enrevesada que arranca con la desaparición de una mujer. Cuando empieza a nevar, un asesino en serie se pone en marcha. Sus víctimas son esposas y madres sin ninguna relación aparente entre ellas.
Memento mori, de César Pérez Gellida (Suma). Ha convertido a Valladolid en un nuevo escenario negro. Su escritura es sencilla pero efectiva. La aparición del cadáver de una joven ecuatoriana, a la que han cortado los párpados, marca el inicio de una obra que ofrece un punto de vista poco habitual, el del asesino, un sociópata obsesionado con la música y los clásicos de la literatura.
El asesino entre los escombros, de Cay Rademacher (Maeva). Reconstruye unos crímenes reales en el devastado Hamburgo de 1947. Rademecher consigue mantener un difícil equilibrio entre la documentación necesaria para trasladaral lector a aquel escenario gélido –fue el invierno más frío del siglo– y hacerlo creíble sin perder el pulso ni el ritmo.
La última tumba, de Alexis Ravelo(Edaf). Premio Getafe Negro 2013. Un agradable descubrimiento para quienes no conozcan a este muy buen escritor grancanario que este año ha dado su salto a la península con esta obra y con La estrategia del pequinés (Al revés). Su escritura remite a los clásicos norteamericanos: duro y sin concesiones pero con un componente ético muy personal. La última tumba es una magnífica historia de venganzas. Están avisados.
El guardián invisible, de Dolores Redondo (Destino). Fue lo más parecido a un fenómeno viral gracias al boca-oreja. Sorprendió su mezcla de novela negra con la mitología vasco-navarra. Situada en el valle del Baztán, es la primera entrega de la trilogía protagonizada por la inspectora de la policía foral navarra Amaia Salazar. La editorial ha aprovechado el tirón –nacional e internacional– para lanzar, hace unas semanas, la segunda parte, Legado en los huesos.
Don de lenguas, de Rosa Ribas y Sabine Hofmann (Siruela). Situada en la Barcelona de 1952, el escenario no es gratuito: se iba a celebrar el Congreso Eucarístico, el primer escaparate internacional del franquismo. El asesinato de una dama de la alta burguesía supone un marrón difícil de gestionar para la policía. Absorbente y divertida, la ambientación está muy lograda. Beatriz Noguer, una Sherlock Holmes de la filología, es un auténtico regalo para el lector.
No confíes en Peter Pan, de John Verdon (Rocaeditorial). Antiguo publicista y padre de un detective de la brigada de homicidios de Nueva York, Verdon ha colocado la serie protagonizada por David Gurney entre las mejores de los últimos años. Esta es la cuarta entrega y mantiene sus virtudes –suspense al límite y golpes de efecto– con una mayor madurez como narrador.
Con más aire de thriller que de novela policiaca, han funcionado muy bien Inferno, de Dan Brown(Planeta), con los elementos que han convertido sus novelas anteriores en bestseller mundiales, y No es lo que parece, de José Sanclemente (Rocaeditorial), que se centra en la relación entre los medios de comunicación españoles y los poderes fácticos.
Narrativa extranjera
14 de Jean Echenoz (Anagrama). El próximo año se cumple un siglo del estallido de la I Guerra Mundial. En Europa, aquella guerra es recordada con pavor por sus matanzas inútiles; ejércitos que luchaban con mentalidad del siglo XIX en un conflicto con armas del XX. Carne de cañón en su sentido literal. Echenoz nos guía con mano maestra por aquella barbarie –acompañando a varios jóvenes soldados– y nos muestra cómo la vida continúa más allá del frente. Hace la lectura soportable y extrañamente atractiva gracias a su ironía.
Libertad, de Jakob Ejersbo(Rocaeditorial). Siento debilidad por este escritor danés muerto a los 40 años de edad. Su Trilogía africana forma un conjunto redondo. En esta última entrega muestra su inteligencia y mala uva en toda su extensión. Sacude al lector con las historias paralelas de dos jóvenes, un europeo y un africano, cuyas aventuras y desventuras en Tanzania nos llevan desde la sonrisa cómplice a la indignación. Una verdadera (a ratos dramática, a ratos delirante) cara B de las novelas de iniciación.
Canadá, de Richard Ford (Anagrama). Contiene el mejor párrafo inicial que he leído en mucho tiempo. Una señal de que nos aguarda una novela brillante e intensa sobre la pérdida de la inocencia y la fragilidad de los lazos familiares. La vida del adolescente Dell Parsons se desmorona cuando sus padres son detenidos por robar un banco e intenta rehacerla al otro lado de la frontera –física y moral–, en Canadá. Ganó el prestigioso premio francés Femina.
Y las montañas hablaron, de Khaled Hossaini (Salamandra). El lanzamiento de esta novela se convirtió en un acontecimiento internacional. Se esperaba mucho del autor de Cometas en el cielo, y no ha defraudado. Es más, para muchos –y me incluyo– es la mejor que ha escrito. El punto de partida nos devuelve al Afganistán rural, cuando una familia pobre entrega una de sus hijas a un matrimonio adinerado.
La benévola, de Laird Hunt (Blackie Books). Si no han oído hablar de Hunt, no se preocupen, esta es su primera novela publicada en España. Ahora ya no tienen excusa para no descubrirlo y disfrutar con esta obra intensa y dura situada en el profundo Sur esclavista norteamericano del siglo XIX. A través de la historia de Ginny –esposa de un hacendado– y de dos esclavas, nos propone una reflexión sobre la crueldad y la venganza que es muy actual.
Personas como yo, de John Irving (Tusquets). La decimotercera novela de Irving indaga en la condición sexual y sus consecuencias sociales (su protagonista es un maduro bisexual que recuerda su vida) y, en menor medida, sobre la literatura. Esta revisión vital nos permite trazar una suerte de evolución de la tolerancia sexual en un país cuya influencia cultural en el mundo es enorme.
Doctor Sueño, de Stephen King (Plaza & Janés). King regresa a territorio conocido. Danny Torrance, el niño de El resplandor, es ahora un adulto. El destino lo lleva a salvar a una niña de 12 años, también con un poder especial, de un grupo de psíquicos que la quiere secuestrar. Es una secuela más que digna de una novela de culto.
Una verdad delicada, de John Le Carré (Plaza & Janés). Un Le Carré que recupera al mejor Le Carré. Con eso bastaría. Se trata de un ejercicio de tensión narrativa, de saber dosificar la información y de dibujar magistralmente los personajes. El tema nos resulta muy cercano, una operación antiterrorista en Gibraltar, y el trasfondo es pura podredumbre política, una mezcolanza de intereses y ambiciones que se lleva por delante miles de vidas cada año.
Mi vida querida, de Alice Munro (Lumen). Nada mejor que esta buena colección de cuentos para disfrutar de la Premio Nobel de Literatura 2013. Es imposible dar mayor empaque y profundidad a historias cortas, aderezado el conjunto con un descarnado ejercicio de introspección autobiográfica. Talento en estado puro, catorce razones para entender el porqué de un galardón.
Cuando las palomas cayeron del cielo, de Sofi Oksanen (Salamandra). En 2008, la finalandesa Oksanen irrumpió en el panorama literario europeo con la magnífica Purga. Se puso el listón muy alto. Y ahora cumple de sobras con esta obra que, como aquella, se centra en las vivencias de unos personajes arrollados por la historia. De la Estonia nazi a la soviética, amor, deber y la lucha por la supervivencia, con todos sus excesos.
También han publicado este año dos pesos pesados internacionales, el japonés Haruki Murakami y el norteamericano Ian McEwan. Aunque su escritura mantiene un buen nivel de calidad y el punto de partida de ambas novelas es muy interesante, dejan un cierto regusto de no haberlo dado todo. Dado que cuentan con una inmensa legión de seguidores en nuestro país, aquí van sus referencias: Los años de peregrinación del chico sin color, de Haruki Murakami (Tusquets), yOperación dulce, de Ian McEwan (Anagrama).
Narrativa en español
La vida a veces, de Carlos del Amor (Espasa). ¿Qué tiene este libro de cuentos que me ha gustado tanto? Creo que es su pasmosa facilidad para contarte pequeñas historias que te provocan una inmediata empatía por sus protagonistas. Te vesen su lugar. Bajo una aparente sencillez argumental, del Amor hace circular corrientes de sentimientos que sabe controlar muy bien para que no escapen de su cauce. No es nada fácil.
Cada cual y lo extraño, de Felipe Benítez Reyes (Destino). Otro libro de relatos. Son doce, como un almanaque, de enero a diciembre. Y cada relato deja un regusto de buena literatura, de palabras precisas, de escritura muy medida. Benítez Reyes consigue dar profundidad a sus personajes y dotarlos de humanidad en unas pocas páginas. El humor inteligente da empaque al conjunto.
Intemperie, de Jesús Carrasco (Seix Barral). Los libreros de Madrid lo escogieron como mejor libro del año y se ha editado en varios países europeos, algo inusual en una primera novela que, además, tiene ambición literaria. Narra la huida de un niño a través de un país sumido en la sequía. No hay nombres de personajes ni de lugares, solo la historia desnuda. Ecos de Delibes para una obra que su autor ha calificado como un western ibérico.
En la orilla, de Rafael Chirbes (Anagrama). Pocos autores son capaces de retratar el momento en que vivimos –con toda su carga de corrupción, miedos, renuncias y abusos– de una forma tan certera como Chirbes. Lo demostró en Crematorio y nos vuelve a dar una lección con esta novela. El hallazgo de un cadáver en un pantano pone en funcionamiento un engranaje narrativo muy complejo –Chirbes no hace guiños a la galería ni opta por lo fácil– y eficaz.
El francotirador paciente, de Arturo Pérez-Reverte(Alfaguara). Tras su anterior incursión histórico-sentimental, Pérez-Reverte cambia de registro y se sumerge en el mundo actual de los grafiteros. Sus grandes temas están ahí: la amistad, la lealtad, el valor... en un marco urbano opresivo y con una trama sustentada en unos buenos personajes. La cazade Sniper, un grafitero que lleva años desaparecido, proporciona suficientes dosis de intriga como para atrapar al lector y llevarlo hasta un final muy convincente.
Hot sur, de Laura Restrepo (Planeta). Un libro lleno de sueños perdidos. Cuenta la odisea de una mujer latina que busca una vida mejor en los Estados Unidos y se topa con la dureza de una sociedad que no está dispuesta a darle ninguna facilidad. Restrepo juega con elementos propios de distintos géneros y los mezcla con habilidad.
El héroe discreto, de Mario Vargas Llosa (Alfaguara). No estamos, desde luego, ante una de las mejores obras del Premio Nobel peruano. Pero Vargas Llosa siempre ofrece elementos a los que agarrarte como lector. En esta su última novela, un melodrama situado en Perú, deja rastros de su maestría en la compleja interrelación de las dos historias que circulan en paralelo y en sus diálogos.
Algo más que No ficción
Niños futbolistas, de Juan Pablo Meneses(Blackie Books). Un tortazo. Mejor, un puñetazo. Después de leer este magnífico libro-documental ya no se vuelve a mirar el fútbol con los mismos ojos ni con la misma pasión. Meneses mete el dedo en la llaga y hurga en ella para hacernos sentir el dolor de miles de juguetes rotos, de niños sudamericanos que pierden la infancia en pos de unos sueños –europeos– que muchas veces no son los suyos. Trata de personas disfrazada de deporte.
Todo lo que era sólido,de Antonio Muñoz Molina (Seix Barral). Ha sido calificado como un libro desasosegante. Es una buena definición. Muñoz Molina, que gusta de hacer revisiones biográficas, pasa revista a su/nuestro país. Y cuando echa la vista atrás se da cuenta de que quedan muy pocas de las ilusiones con las que se empezó a construir la democracia. La corrupción –política, económica y moral– se lo ha llevado todo por delante.
El fin del poder, deMoisés Naím (Debate). Un magnífico repaso a la situación de los distintos poderes mundiales en esta segunda década del siglo XXI. El poder, más que acabando, nos dice el autor, está mutando: es más fácil llegar a él y también perderlo. Los gigantes de hoy pueden desaparecer a gran velocidad mañana. Nada es permanente. Naím analiza los principales poderes (religiosos, políticos, económicos, militares, etc). y los peligros que los acechan.
John Fitzgerald Kennedy. Discursos (1960-1963), editado por Salvador Rus (Tecnos). Este año se ha cumplido el cincuentenario del asesinato de JFK. No, no los machacaré con teorías conspiranoicas, me quedo con sus discursos. Uno los lee y se hunde en la miseria cuando los compara con los actuales. JFK no eludía los temas más espinosos y mezclaba con maestría información y emociones. Estamos ante una buena selección que abarca desde su candidatura a la presidencia hasta el discurso que debía pronunciar el día de su asesinato.
Este año ha destacado también por la publicación de memorias y autobiografías varias. Una de las mejores es, sin duda, la apasionante Limónov, de Emmanuel Carrère (Anagrama). Si les va el género, no se la pierdan. El fenómeno internacional, tanto por el interés del personaje como por el marco geopolítico, ha sido Yo soy Malala,de Malala Yousafzai y Christina Lamb (Alianza). Dada la cercanía de su muerte y funeral, ha ganado en interés La sonrisa de Mandela, de John Carlin (Debate). Además, ha sido un año con una abundante cosecha de memorias de políticos españoles – Aznar, Zapatero, Solbes, Guerra y Bono–, casi todas ellas con el sello de Planeta.
Son inclasificables pero me gustan
Cómo ser mujer, de Caitlin Moran (Anagrama). Una extraña y divertidísima mezcla de memorias y de reflexiones sobre la mujer de hoy que se lee como si fuera una novela pero no lo es. Alterna provocativas observaciones sobre la vida y la condición de la mujer –así en general, aunque suene pomposo– con las experiencias de la autora –una conocida columnista inglesa– como hija de una familia numerosa y obrera, mujer y feminista.
Ajedrez para un detective novato, de Juan Soto Ivars (Algaida). Descacharrante novela de iniciación detectivesca –mezcla exótica donde las haya– en las que un detective de vuelta de todo escoge a un escritor como aprendiz y posible sucesor. Humor inteligente para darle la vuelta a todos los tópicos de la literatura negra y, de paso, a la de aprendizaje. Consiguió el premio Ateneo Joven de Sevilla. Un más que digno heredero de la gran tradición humorística española.