Juan y Miguel, dos ferreteros de toda la vida afirman que el sector no es el más sencillo del mundo ya que hay que vender mucho material para poder sacar algo de dinero.
La dependienta de una frutería nos afirma que la mayoría de veces el cliente no tiene razón pero hay que hacerle pensar que sí la tiene.
Miguel, María y Esmeralda nos cuentan malas experiencias siendo clientes, con vendedores un poco subidos de tono.
Carlos nos cuenta que fue a comprarse un chándal y le tocó la dependienta más amable del mundo. Tanto que aunque tenía sobrepeso se le ocurrió la mejor idea del mundo y acabó comprando el pantalón.