El espectador y sus razones
Los seriéfilos, como los cinéfilos o los bibliófilos, además de ser una abundante y constante fuente de información sobre cada una de sus aficiones también son un estupendo nido de recomendaciones que aquellos que comparten, con menor intensidad, sus intereses utilizan conveniente. Sin embargo, cada espectador, o cada lector, es un mundo, y las razones que pueden llevar a una persona a probar un nuevo producto son diversas y poco “científicas”.
En el caso que nos ocupa, las series de televisión, el espectador se ha sentado, hasta ahora, frente a la pequeña pantalla por razones horarias, de comodidad o simple descarte. El tiempo de ocio es limitado, y hasta la llegada de las plataformas de vídeo on demand, estaba limitado a aquello que las cadenas nos ofrecían, sin mayor disyuntiva que la de encender o apagar el televisor. Pero en la actualidad las posibilidades son infinitas, y es el espectador el que elige lo que ve. Pero ¿por qué lo hace? Según mi propia experiencia a la hora de aconsejar, y por mucho que el que lo hace esté enamorado de una serie y hable de la misma como una novia, no existen las palabras mágicas que aseguren que quien consulta termine viendo aquello que le aconsejan. Y en buena parte de las ocasiones, por mucho que la crítica avale una serie, las razones por las que elegimos cuál vemos son menos académicas de lo que a cadenas y creadores les gustaría. A mí se me ocurren éstas:
- Porque todo el mundo habla de ella y tienes curiosidad. Es muy duro quedar a tomar una caña con tus amigos, o encontrarte con tus compañeros en la máquina de café y no saber de qué hablan. Y más si no fuiste capaz de subirte al carro de la última serie que todo el mundo pareció disfrutar tantísimo y a la que tu te opusiste, simplemente, por no caer en la adicción o por querer ser “el único”.
- Porque todo el mundo habla de ella y estas harto de no participar en ciertas conversaciones. Si eres de los que les gusta presumir de que han visto esto o aquello, para así poder entablar conversación con tu jefe, el portero, o tu futura pareja, es necesario tirar por la borda los principios y sentarse a ver aquello que sabemos que le gusta al otro, aunque a veces duela.
- Porque te fías de la cadena. Los canales de televisión son como cualquier otra empresa, y si ésta nos ofrece con cierta asiduidad productos de calidad, nos mantendremos fieles a ella. Y como esto de la televisión no es una ciencia inequívoca, por mucho que nos duela a los fans de HBO, a veces nos encontraremos con que no todo aquello que lleva el mismo sello alberga la misma calidad.
- Porque te gusta la temática. Probablemente ésta sea la razón predominante a la hora de elegir una serie. Y es que, por razones de género y aunque sea discutible que hay “series para chicos” y “series para chicas”, los thrillers y las pistolas son para ellos y los dramas y los pañuelos son para ellas. Y a mí no se me ocurre recomendar a ninguna chica Justified ni a ningún chico Girls.
- Porque eres fan del creador. Y su nombre en una nueva producción es una condición que hace que por lo menos te atrevas a asomarte al episodio piloto a ver si es tan bueno como aquella serie que recuerdas con tanto cariño. Que levante la mano el que no ha probado todo lo que ha firmado J.J. Abrams tras la añorada Lost.
- Porque eres fan del actor principal. Aunque suene cursi los enamoramientos seriéfilos no entienden de sexo ni edad, y ya sea por cuestiones cualitativas o físicas, porqué no decirlo, hay quien se engancha a una producción porque sale su actor favorito.
- Porque tu intérprete favorito tiene un pequeño papel y no te lo perdonarías. En este caso el enamoramiento tienen más grados de irracionalidad que el anterior y es la razón para ver una serie que más probabilidades tiene de acabar en desengaño o reproche eterno. Por mucho que queramos sabernos al dedillo la filmografía de un actor o actriz, a veces tenemos que comprender, que la oferta no es siempre buena, o las posibilidades de cubrir las necesidades básicas son escasas.
- Porque te la han vendido como “la nueva (ponga aquí su serie favorita)” y para ti esa serie eran la Biblia televisiva. Las comparaciones son odiosas y ahí está Google para demostrarnos que todo aquello que es bautizado como la nueva serie que cubrirá el hueco de una gran producción no funciona. Tampoco en su versión coliquial, ya que nunca dos personas ven una producción igual y por lo tanto los recuerdos que despierte en cualquiera de ellas no serán igual de apetecibles.
- Porque las marquesinas de las paradas del autobús te lo piden. Y las lonas que cubren edificios en obras, y los laterales de los autobuses, y las vallas publicitarias junto a la carretera, que de vez en cuando son tomadas de forma masiva por cadenas que quieren recuperar su inversión y no están dispuestas a permitir que alguien se quede sin saber que son ellos los que emiten la serie de moda.
- Porque millones de espectadores no pueden estar equivocados. Es la versión televisiva de la conversación en la máquina de café, que llega al espectador con voces rimbombantes y grandes titulares publicitarios. Un aval con el que juegan las cadenas, sabedoras de que la respuesta a la manida y maternal pregunta “¿Si fulanito lo hace también lo haces tú?” es, la mayoría de las veces, afirmativa.