La realidad de los botellones, que se repite, cada fin de semana, sigue avivando una crítica social generalizada y latente, que para la Asociación vasca AERGI, esconde una cierta actitud hipócrita. La naturalidad con la que los niños perciben la relación de sus padres con el alcohol y otras drogas, es, para este colectivo que atiende a personas adictas en rehabilitación, el origen de hábitos poco saludables, en las siguientes generaciones. Para su Presidente Josean Fernández no parece sensato recriminar la actitud de quienes beben en la calle, si es un hábito que han vivido desde pequeños, por parte de sus padres. En su opinión, el problema de las quedadas de jóvenes para beber, requiere de una revisión crítica por parte de los adultos de sus propios hábitos, por ejemplo, cuando salen a potear y el ejemplo, que se da a los hijos.
Desde la Asociación alertan de que cuando unos aitas sienten que ya no reconocen a su hijo, solo queda asumir que hay un problema y toca ayudarle. Signos que evidencian el consumo de drogas son, por ejemplo, un empeoramiento del carácter del chaval, que se vuelve mas hostil, distante,... aparecen síntomas de insomnio, se obsesionan con su privacidad y con el dinero, empeoramiento de las notas académicas y también cambios fisiológicos como la aparición de tics o dilatación de la pupila.