En 1189 en la abadía de Westminster, Ricardo Corazón de León es coronado rey
Ricardo I de Inglaterra, conocido como Ricardo Corazón de León, fue rey de Inglaterra entre 1189 y 1199, fue el tercer hijo del rey Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania.
En su época, el trovador Bertran de Born lo apodó “Òc e non” (‘sí y no’). Durante su reinado, solo visitó Inglaterra en dos ocasiones: las correspondientes a sus dos coronaciones. En total, no llegaron a seis los meses que pisó su suelo como rey. Tomó parte en la Tercera Cruzada, con campañas en Sicilia y Chipre en el camino. A la vuelta de Tierra Santa cayó prisionero de Leopoldo V, duque de Austria.
Fue el segundo hijo varón de Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania, hermano menor, por parte materna, de María de Champaña y de Alix de Francia. También fue el hermano menor de Guillermo, conde de Poitiers, de Enrique el Joven y de Matilde de Inglaterra, duquesa de Sajonia, así como el hermano mayor de Godofredo, duque de Bretaña, de Leonor, reina consorte y regente de Castilla, de Juana de Inglaterra y de Juan sin Tierra.
Aunque nació en Inglaterra —en el Palacio de Beaumont, Oxford—, era, como la mayor parte de la familia real, esencialmente normando. Tras el distanciamiento entre sus padres, él permaneció con su madre Leonor y fue investido con el título de duque de Aquitania en 1168 y nombrado conde de Poitiers en 1172. Simultáneamente, su hermano mayor, Enrique el Joven, fue coronado como «segundo» rey de Inglaterra, asociado y subordinado a su padre.
Fue un hombre con una buena educación, que compuso poesía en francés y en occitano. Se decía que era muy atractivo, con un cabello entre pelirrojo y rubio, ojos claros y tez pálida. Al parecer, tenía una estatura superior a la media: 1,96 m.1 Sin embargo, no se conoce su estatura exacta porque sus restos, ya en tiempos de la Revolución francesa, se habían perdido.
Desde temprana edad pareció tener habilidades políticas y militares destacadas y se volvió notorio por su valentía y disposición al combate, librando duras campañas para controlar las rebeliones de los nobles en su propio territorio. Como sus hermanos, Ricardo desafiaba constantemente la autoridad de su padre y su sentido de responsabilidad se volvía cuestionable.
En marzo de 1199, Ricardo estaba en el Lemosín sofocando una revuelta del vizconde Aimar V de Limoges. Aunque era Cuaresma, «devastó la tierra del vizconde con fuego y espada». Asedió el endeble y virtualmente desarmado castillo de Chalus-Chabrol. Algunos cronistas expresan que esto se debió a que un campesino local había descubierto un tesoro de oro romano, el cual reclamaba Ricardo a Aimar en su posición de señor feudal. Sin embargo, los historiadores modernos permanecen escépticos con respecto a esta historia, que tiene olor a exemplum o fábula moralizadora.
Al atardecer del 25 de marzo de 1199, Ricardo caminaba por el perímetro del castillo sin su cota de malla, investigando el progreso de las obras militares en los muros. Ocasionalmente, se verificaban lanzamientos de flechas desde las murallas del castillo, pero se les prestaba poca atención. Un defensor en particular divertía mucho al rey: un hombre parado sobre la muralla, ballesta en mano, sostenía con la otra una sartén que usaba como escudo contra los proyectiles. Apuntó una flecha deliberadamente al rey, a lo cual este aplaudió. Sin embargo, otra flecha lo hirió en el hombro izquierdo cerca del cuello. Intentó sacarla dentro de su tienda, pero no tuvo éxito. Un cirujano, al que Hoveden llamó un carnicero, le extrajo la flecha, produciéndose posteriormente una gangrena, complicación habitual en la época debida a la inexistencia de medidas de asepsia y tratamientos antibióticos. Ricardo hizo traer al ballestero ante él, llamó a Pedro Basil, Juan Sabroz, Dudo y Bertrán de Gurdun alternativamente, según los cronistas. El hombre resultó ser un niño, el cual alegó que el rey había asesinado a su padre y dos de sus hermanos y que había disparado a Ricardo en venganza. El niño esperaba ser asesinado. Ricardo, como último acto de piedad, lo perdonó diciendo: «Continúa viviendo y por mi recompensa contempla la luz del día», antes de ordenar que lo liberaran y despidieran con 100 chelines. Ricardo, entonces, puso sus asuntos en orden, legando todos sus territorios a su hermano Juan y sus joyas a su sobrino Otón.
Ricardo murió el martes 6 de abril de 1199, en brazos de su madre. Más tarde se afirmaría que «Cuando el día terminaba, terminó su vida terrenal». Su muerte fue referida como «el León [que] fue asesinado por la Hormiga». Su último acto de caballerosidad fue infructuoso: tan pronto murió, su mercenario más infame, el capitán Mercadier, tomó al niño que había disparado la flecha fatal, lo despellejó vivo y luego lo colgó.
Las vísceras de Ricardo fueron enterradas en el lugar de su muerte, su corazón en Ruan, Normandía, y el resto de su cuerpo fue sepultado a los pies de su padre en la abadía de Fontevrault en Anjou. En su lecho de muerte legó todas sus posesiones a su hermano Juan, dado que no tenía herederos legítimos.