La tormenta perfecta
Por el profesor y escritor Javier Arias Artacho
Es difícil prever la magnitud de lo sucedido el martes 29 de octubre en Valencia, pero AEMET había avisado de la violencia de la DANA que amenazaba la zona. Es más, en localidades como Alzira y Carcaixent suspendieron las actividades lectivas inmediatamente. Estos pueblos de la Ribera Alta han sufrido los golpes de la gota fría de octubre desde que tienen memoria y, con aviso de agua, suben los coches a los altos y toman todas las precauciones para lo imprevisible. ¿Por qué no sucedió lo mismo en el resto de Valencia? Simplemente porque la inmensa mayoría no tuvo esa sensación de temor de quienes han vivido la famosa “pantanada de Tous” de 1982.
Todo esto, evidentemente, nos llevará a revisar los protocolos de actuación, a considerar cómo se debe actuar en caso de alerta roja, que era la que había en la Comunidad Valenciana desde aquella misma mañana. La ausencia de protocolos claros y drásticos no puede ser imputada a un gobernante en concreto. Esto es una realidad. La COVID-19 nos ha preparado para nuevas pandemias y, de volver a suceder, se podría mejorar muy mucho la forma de actuar a nivel nacional e internacional. La gestión puede haber sido mejor o peor, pero la inexperiencia es un paliativo importante para las culpas que se arrojan unos a otros.
El presidente de la Comunidad Valenciana Carlos Mazón es un ejemplo más de lo que sucede cuando se produce “la tormenta perfecta”. Todo estaba preparado para salir mal. Me consta de su buena voluntad, del interés de todo su equipo, de la buena disposición para estar liderando las repercusiones de la DANA. Es un hecho, y es justo reconocerlo. Sin embargo, alguien en su equipo de asesores estuvo lento, poco despierto y ciego a lo que se venía gestando en el interior por la mañana. Alguien lo asesoró mal porque es impensable que nuestro presidente decidiera por cuenta y riesgo agravar lo inevitable, y permitir que los valencianos se encontraran en la calle, en sus cocheras y en sus coches cuando llegó el agua como un tsunami. Es una necedad negar que hubo errores y que el aviso de alarma a nuestros móviles llegó demasiado tarde, más bien cuando el agua había engullido a los municipios afectados y sus carreteras. Para mí, esto es un hecho.
Es deleznable ver el manoseo de la política en tragedias naturales. Carlos Mazón se vio superado por una crisis en la que estuvo mal asesorado. Esto también es un hecho. Sin embargo, ver aterrizar en Valencia al líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, y ponerse a cuestionar la actuación del presidente del gobierno, es ridículo, interesado y un patinazo en toda regla. Sobre todo, porque hay muchos motivos justos para cuestionar a nuestro presidente, pero lapidar por sistema y faltando a la verdad desmerece el crédito personal del líder popular. Más aún cuando Carlos Mazón acababa de elogiar la presencia de Pedro Sánchez, su trato y su implicación desde el primer momento. Triste y lamentable.
El huracán Milton, el Zeus de todos los huracanes habidos y por haber, dejó no más de 15 muertos en el estado de Florida, con más de 21 millones de habitantes. En Valencia, con algo más de 5, vamos a superar la cifra de 300 muertos. Solo es cuestión de que pasen las horas y los desaparecidos se sumen a la lista. ¿A alguien se le puede ocurrir que no ha habido graves errores? ¿Alguien puede cuestionar que la próxima DANA deberá gestionarse de forma diferente? Es evidente que no, y sería loable escuchar a Carlos Mazón reconocer los fallos y actuar en consecuencia. Sin embargo, no será fácil. Los rapaces de la política viven de la carroña e irán a por él, pero no para acusarlo de su falta de acierto, sino para condenarlo por haber organizado una DANA y por intentar poner a todos los valencianos en riesgo. Lo triste, quizás, es que él hubiese hecho exactamente lo mismo estando en la oposición.
Creo que deberían venir días de mucho sentido común, respeto y, sobre todas las cosas, de saber asumir los errores y las responsabilidades. España, en general, necesita políticos de verdad, humanos, y no killers del poder y del “todo vale”.