Danagogia
Por el profesor y escritor Javier Arias Artacho
Una semana más que repito tema, y lo lamento. Pero me siento en la necesidad de compartir lo que pienso porque, todavía con el barro por las calles, no es tiempo para la verdad, sino para la demagogia. Establecer un relato, aunque sea falso, es fundamental para la política mezquina. Han soltado a los perros de presa para que muerdan en la yugular y así recuperar el gobierno de la Comunidad Valenciana a las bravas. No esperen que atiendan a la razón, es algo que no les interesa. Es estéril. Sin embargo, la verdad no obedece a argucias interesadas, sino que trabaja en silencio, alejada de los focos mediáticos. Por eso creo que es bueno apartar los oportunismos políticos de unos y otros y trazar un argumentario que creo que es justo.
En primer lugar, el mismo Carlos Mazón debería haber asumido con claridad que se equivocó en las formas, y esto en política tiene un coste.La alerta de AEMET era lo suficientemente clara como para estar durante ese día atento, “políticamente correcto”, ni en comidas sospechosas, ni el tráfico, ni en deshoras de ningún tipo. Es de primero de bobos, como diría mi hija. Minimizó el riesgo de un DANA que hasta los japoneses temían, es un hecho. Sin embargo, las poblaciones tenían las alertas activas tal como exigía el protocolo, con ese limbo de ir o no a trabajar que jamás fue claro para ningún gobernante. Hasta ahora, claro. Es difícil justificar que la ciudadanía no sabía de los diferentes tipos de alertas que nos llegaron por todos los medios y canales. Lo sabíamos.
Tienes que estar demasiado ideologizado para no comprender que el CECOPI puede tomar decisiones sin que esté el presidente de la comunidad in situ. Es más, puede estar enfermo o de viaje, como la mismísima Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica que, desde luego, también tiene participación en todo esto. Sin embargo, Mazón estuvo en la reunión. Tarde, políticamente torpe, pero estuvo. Y tienes que estar demasiado ideologizado para no asumir que ni Mazón, ni Ribera, ni Sánchez, ni nadie que tenga un mínimo instinto político y moral, retrasaría la comunicación de un tsunami de agua y barro inesperado si lo hubiesen sabido con antelación. La Conferencia Hidrográfica del Júcar envió, al menos, dos correos a Protección Civil, a la Delegación del Gobierno y al Centro Nacional de Seguimiento y Coordinación de Emergencias. Lo hizo a las 16.37 y a las 16.50, dando la alarma por la lluvia acumulada en Chiva y en la cabecera del letal barranco del Poyo. ¡Por nada más! ¿Nadie fue capaz de llamar por teléfono para alarmar de la gravedad, si es que la había? ¿Enviar correos en una situación de emergencias es asumible y profesional? ¿De verdad? ¿Ni Protección Civil, ni Delegación de Gobierno, ni el centro de coordinación observaron riesgo en el asunto? ¿Es que no hay técnicos que puedan hacer su trabajo sin que estén Mazón, Ribera o el jefe de turno? Vuelvo a insistir, ¿es posible que alguien piense que cualquiera de los dos, teniendo la información, se negara a difundirla? La cadena de errores es tan evidente que nadie le ha pedido responsabilidades al bueno de Emiliano García-Page, presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, quien tampoco pudo avisar con tiempo suficiente al municipio albaceteño de Letur, donde hubo seis muertos. Sin embargo, nadie habla de él, ni nadie pide su dimisión.
No suma a favor del presidente de la Comunidad Valenciana la lentitud con la que destituyó a Salomé Pradas, consellera de Emergencias e Interior, quien se enteró aquella misma fatídica tarde, tal como declaró ella, de la existencia de un sistema de alertas al móvil. ¡La guinda del pastel! Es evidente que estas torpezas son letales en política y no convierten en responsable a Mazón porque ella fuera inepta, pero sí en no ser diligente y oportuno en cesarla horas después.
Tampoco suma que Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica desde 2018, no acometiera las obras necesarias en el barranco del Poyo, recomendadas desde hace más de 25 años y contempladas en un Plan Hidrológico Nacional que fue tumbado por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en 2004. Tampoco las acometió el gobierno de Mariano Rajoy. Sin embargo, en muy pocas horas Carlos Mazón se convirtió en el chivo expiatorio perfecto para canalizar la inacción de unos y otros. Quizás habría que preguntarse cómo es posible que, en un gobierno tan ecológico y con planes de ahorro energético bastante estéticos, no se pusiera el foco de atención en las importantes reformas que requiere el cambio climático, casi un eslogan de la izquierda durante los últimos años.
Criminalizar a Carlos Mazón por la DANA y las pérdidas de vidas es tan ideológico como demagógico. Los errores en cadena son tan claros que es lamentable el fanatismo de unos cuantos. Del mismo modo que tardar en asumir torpezas políticas y errores puntuales en las horas críticas del 29 de octubre es algo que debilita a la Generalitat y, al mismo tiempo, al PP. Sobre todo, porque las hienas de la política están ahí, al acecho, buscando una oportunidad, no para saber la verdad, sino para tumbar a un gobierno que hace un año fue votado por los valencianos.
Ya no queda tiempo para la verdad, ni si quiera para poner en el centro a las víctimas. Es tiempo para la danagogia y para aprovechar una buena ola que les trae, a unos cuantos, la política.