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CCOO y el sainete educativo

Por el profesor y escritor Javier Arias Artacho

ondacero.es

La Ribera |

Se acerca el fin de curso y llega la tensión en las aulas. Bueno, realmente la tensión es para el profesorado, desde luego, porque para nuestros estudiantes, para la mayoría de ellos, esperan que el último día de clase llegue plácido como se posa una mariposa. Ya he hablado de la educación muchas otras veces porque yo sí estoy en el aula y no en el Olimpo de las ocurrencias donde se deciden las leyes educativas. La última, la Ley Celaá, la divertida LOMLOE, ha abaratado la educación al mínimo, escenario perfecto para aquellos que desisten del esfuerzo y, al mismo tiempo, es efecto llamada para los que ya son capaces de entender que el premio para los vagos es tan tentador que, quizás, vale la pena apostar por hacer lo justo.

Es unánime el desánimo del profesorado que constata que el alumnado está al mando. La escuela desiste de su papel transformador de la sociedad para convertirse en un altavoz de todos los traumas que conviven en ella: la superficialidad, la falta de esfuerzo para conseguir las cosas, la inmediatez y, por supuesto, ese igualamiento injusto entre los que luchan y los que no. Bajo el mantra de la inclusión, la nueva educación apuesta por el socialismo educativo, el pobrecitos y “el todos valen” para que nadie se sienta frustrado. Es el lema de inspección educativa: que nuestros alumnos sean felices, que las matemáticas sean divertidas y que nadie se quiebre con la espada de las notas. No es por otro motivo que ya no se califica con números en Secundaria, donde es lo mismo un 1 que un 4,99, e igual ser casi perfecto con un 9 que obtener un 10. El maquillaje de los resultados es la primera estrategia, pero si no se recurre a pasar de curso a las bravas, con un sin número de asignaturas suspendidas y punto y pelota. Ya no hay fracaso escolar y es por eso que los alumnos ya no van a recuperar ni en julio ni en septiembre. Las pruebas extraordinarias son para los que no saben, y los nuestros lo saben todo o, más bien, ¡se las saben todas!

En medio de este descalabro educativo, por fin CCOO en la Comunidad Valenciana decide alzar la voz. Sorprende su silencio durante el gobierno anterior, pero es de tal magnitud el desastre educativo, la preocupación del profesorado y la juerga de los vagos que, al fin, nos convocan a una huelga el próximo 23 de mayo. ¿Los motivos? Ninguno de los anteriores, como si no tuviesen contacto con las aulas. No hacen alusión al drama del sistema o a la irresponsabilidad educativa que estamos viviendo como educadores. No, CCOO reivindica más inclusión, bilingüismo y el rechazo a que los padres puedan tener la libertad de elegir el centro que más les convenga o quieran, como si la libertad fuera un comodín para utilizarlo cuando más nos interesa.

Queridos amigos, es imposible tapar el sol con un dedo y que este sindicato acalle el clamor popular llama la atención. Llama la atención que lo haga tras un cambio de gobierno y no llama la atención que intenten reivindicarse y hacer ruido para tener mayor visibilidad. Como sindicato tienen la libertad y el derecho de proponer cambios, claro que sí. Luego estará el debate educativo de si son necesarios o no, pero me niego a aceptar que callen y sean cómplices de un sistema decadente, una máquina de crear vagos y frustrados… como rosquillas.