La caída del Imperio del Estado del Bienestar
Por el profesor y escritor Javier Arias Artacho
Me comentaba un fontanero con una empresa que tiene más de 60 años de historia que, cuando se tenga que jubilar, sus hijos no continuarán con el negocio familiar. Demasiado esfuerzo físico, le dicen sus chicos. También me decía que, pocos años atrás, cuando iba a las obras veía a muchachos jóvenes, pero que ahora es algo muy excepcional. Me vino a la cabeza las dificultades que tenemos para encontrar un albañil para que te haga un trabajito, un buen carpintero que sepa del oficio o cualquier faena de las que mantienen nuestras casas en pie. Me decía un constructor el año pasado que los aprendices que son enviados desde la formación profesional no solían durarle demasiado: se cansan pronto, me comentaba, porque quieren tener horarios de funcionario.
Es un hecho que la sociedad ha cambiado y que el mundo se puede observar como la botella: medio llena o medio vacía. Sin embargo, en esta sociedad opulenta en la que vivimos es un hecho que las nuevas generaciones reniegan del esfuerzo de sus antepasados y que ponen el acento en el aquí y en el ahora, hipotecándose para viajes, coches o incluso para celebrar una fiesta. Nuestros jóvenes no son tontos. Han aprendido en la ESO que todo se puede obtener con el mínimo esfuerzo posible; constatan que papá estado reparte ayudas sin grandes miramientos y que el modelo de trabajo más ansiado es el de funcionario, gremio cada vez más engordado: sueldo fijo y trabajo light. No lo digo yo, amigos. No se confundan. Está ahí fuera. Es lo que circula.
Según la última estadística del INE, en el año 2023 nacieron en España algo más de 322.000 bebés, lo que supone un 2% menos que en 2022, pero un 24,1% menos que en 2013. El hundimiento demográfico continúa mientras los jóvenes adoptan gatos y perros como si fueran hijos y trabajan para viajar y llenar sus vidas de festivales y eventos que permitan sacarle jugo a la vida. La vida son 4 días y cada vez hay más lamentos sociales sobre el peso de la maternidad. No es una prioridad para las parejas porque, entre otras cosas, nuestra sociedad tampoco promueve la fidelidad de la pareja, sino más bien la huida del término patriarcal del matrimonio, esa palabra que tanto daño ha conllevado en la historia de la humanidad. Dicen algunos, claro. Algunas mujeres, cuando deciden tener hijos, el tic tac del tiempo les juega en contra y vienen los hijos únicos, y vienen esos niños que van de casa en casa como pelota de pingpong en matrimonios que ya no saben, no quieres o no pueden convivir juntos.
¿Qué quieren que les diga, amigos? No hay que ser un lince para imaginar que España va camino de morir de éxito. Las estadísticas se centran en las crisis económicas y en las energéticas, pero la más preocupante de todas es la crisis social que vivimos. Es demasiado materialista y superficial preguntarse quién pagará nuestras pensiones, pero también es lícita la pregunta. Solo se trata de plantearnos qué tipo de sociedad nos espera y si será mejor que la que hemos heredado de nuestros abuelos. Será diferente, dicen los que ven la botella medio llena. Yo lo dejo al gusto del consumidor. Pasen y vean, hagan sus números y participen en la lotería del futuro. Yo ahora mismo solo veo una botella, una botella que muchos todavía no la han sacado del armario.