La reacción del sector de los graffiteros al último ataque en el metro de Barcelona
El último ataque al metro de Barcelona, llevado a cabo por 70 graffiteros que vandalizaron el andén de la parada Jaume I, supone una mancha en un sector ya de por sí mal visto y que busca desmarcarse de los vándalos.
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El pasado fin de semana se produjo un nuevo ataque al metro de Barcelona llevado a cabo por graffiteros. Hasta 70 'escritores' invadieron el andén de la parada Jaume I, de la línea 4, y lo vandalizaron llenando de firmas todo el mobiliario del andén: bancos, vagones y carteles, nada se salvó del ataque de los 70 graffiteros. Según TMB (Transports Metropolitans de Barcelona) la limpieza de estos desperfectos supondrá un coste de más de 130.000 euros.
El ataque de este fin de semana no es un caso aislado. Hace unos meses, a principios de octubre, hasta 63 graffiteros se colaron de noche en el andén de la parada Vall d'Hebrón, en la línea 5, y también vandalizaron tanto los vagones como el mobiliario de la estación.
La reacción de los graffiteros
Para conocer la reacción del sector de los graffiteros, en La Ciutat hemos hablado con Xavier Ballaz, presidente de 'Difusor', asociación que trabaja para que el Ayuntamiento disponga de espacios libres para que los graffiteros puedan pintar. Ballaz reconoce que "difícilmente se puede ver como una forma de expresión artística lo que pasó en el metro, encaja más con el vandalismo. Es un caso muy extremo". Eso sí, remarca que "no se puede meter a todo el mundo en el mismo saco. El átomo del graffiti es la firma, lo que llamamos 'pieza' o 'throw up', pero actualmente tiene muchísimas formas de expresión. Además, hay 'escritores', que se les llama así porque realmente son calígrafos, que se dedican a ello profesionalmente. No todos los escritores son vándalos".
El riesgo, un intangible importante
Difusor, la asociación que preside Ballaz, trabaja para tender puentes entre los graffiteros y el Ayuntamiento de cara a poder disponer de muros donde sí se pueda pintar. De hecho, en el año 2006 ya se consiguió que el consistorio instalara este tipo de espacios, pero Ballaz reconoce que "no lo utilizaban tantos graffiteros como cabría esperar". Y es que, según Ballaz, hay un intangible que juega un papel importante en todo esto: el riesgo. "El metro o localizaciones donde no se puede pintar proporcionan este punto de riesgo que muchos grafiteros buscan. Ellos lo entienden como un juego donde el riesgo asumido juega un papel muy importante en sus acciones".