El miércoles la Generalitat de Catalunya publicaba un estudio con el que pretendía medir la satisfacción de las personas con su vida, su día a día. Una encuesta hecha a 4.000 personas que, aparte de dejar una nota media de un 6.9, arrojaba también algunos datos muy preocupantes, especialmente los relacionados con la vivienda y el aspecto económico.
Uno de los datos que deja el estudio dice que los más jóvenes, la franja de edad de 20 a 30 años, son los que peor valoran su vida, cuando lo más previsible sería que fueran las personas más felices. Aspectos como el económico, el laboral, o la gran problemática actual con la vivienda tienen una influencia directa en la felicidad de los más jóvenes. La psicopedagoga y profesora de la Universitat Oberta de Catalunya Sylvie Pérez ve normal "que haya mucha frustración a nivel general pero tambiñen en los más jóvenes. Esta frustración viene de la sensación que se tiene al no poder pagarse aspectos básicos de la vida, como comida o, directamente, un piso donde vivir".
Pérez cree que esta nueva realidad ha provocado que "hayamos normalizado situaciones anómalas e injustas como la precariedad, el hecho de que sea tan difícil encontrar piso o no llegar a final de mes", lo que ha llevado "a una fragmentación de la sociedad hasta el punto que también nos fragmentamos a nosotros mismos. Como siempre, en la sociedad hay de todo, pero nos hemos vuelto una sociedad más fría y materialista". Aún así, cree que conceptos como la familia o la salud "han cobrado más fuerza a medida que el resto de aspectos se han ido complicando".
Uno de los problemas que derivan de esta mala situación es la emancipación tardía, o, directamente, la no emancipación. Si hace unos años vivir con la familia a los 30 era una anomalía, hoy en día es muy habitual, incluso a edades más tardías. Esta situación, según Pérez, "no afecta sólo a la propia persona sino también a su alrededor, porque los progenitores también tienen la sensación de frustración al ver que sus hijos son incapaces de vivir en un piso para ellos siendo asalariados".
También ha tenido impacto en la psicología de las personas la llegada del coronavirus. Casi cuatro años después de su llegada se ha hecho evidente que no somos los mismos después de afrontar una pandemia de un virus hasta entonces desonocido. Una pandemia que, víctimas mortales aparte, también se ha cobrado la salud mental de muchas personas. Hoy en día la salud mental se encuentra más a la orden del día que nunca: Los índices de problemas de salud mental entre nuestros jóvenes son demasiado altos como para obviar el problema, como también lo son los datos de tendencia al suicidio. Sylvie Pérez cree que la salud mental "pasa, seguramente, su peor momento. Toda esta frustación de la que hablábamos deriva en problemas de confianza, de seguridad en uno mismo. La ansiedad diaria que podemos sufrir se hace complicada de gestionar, y en el caso de los más jóvenes es especialmente complicado, porque no tienen tantos recursos propios para gestionarlo bien como los más adultos"