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La UD es una serpiente. Como las serpientes, la UD se adapta al terreno que se le proponga, tiene un objetivo, adormece el partido, despista al rival, juega a que parezca que no está pasando nada, que parezca que está muerto, pero, enseguida, acelera y busca picar de modo certero y mortal. Las serpientes son capaces de nadar, bucear, escalar, saltar y cavar y la UD, -lo sabemos-, ya ha superado todas esas fases, 24 partidos este curso, dos años naturales perfeccionando el modelo tienen ahora sus frutos, sus mecanismos.
Las Palmas es una serpiente de cascabel buscando engañar a la presa para que esta no sepa donde están, midiéndola lentamente para el ataque definitivo y que esta, la víctima, esté desprevenida, indefensa, a merced del rival
El partido fue un constante adormecer, desesperar al rival, hipnotizarlo, desgastarlo, ir ganando espacios, encontrar rendijas leves para hacer de estas un boquete por el que entrar, por el que marcar, hacer de un leve resquicio un hundimiento. En el guion del duelo, en ese manoseo del balón, en ese control exagerado, faltaba la vuelta de tuerca, la traca, los cambios de Moleiro y de Marc Cardona con los que llegó el redoble de tambor, el ataque final, el veneno definitivo de la serpiente amarilla.
Con esta victoria, la décima en 24 jornadas, la UD suma 35 puntos y encarrila el objetivo primigenio: seguir disfrutando de estar aquí, llegar para quedarse, que cada semana continue siendo una fiesta.