Es un trabajo poco reconocido en general. Al trabajar tan temprano poca gente lo ve. Las limpiadoras ya no están cuando tú bajas al portal o entras a la oficina. Y que no las vean en muchas ocasiones es un problema. Las llegan a acusar de no haber ido porque cuando empieza el movimiento parece que nadie se ha pasado por allí.
El trabajo de una limpiadora es intenso. Los tiempos no siempre están pensados para que puedan tomarse un pequeño respiro. A veces Sheila no tiene ni tiempo para tomar un vaso de agua para hacer toda la limpieza de un portal o una nave.
Sheila madruga mucho y antes de que mucha gente se despierte ya ha estado en varias zonas. El principal problema es encontrar aparcamiento y verse sola en la calle. Le da un poco de miedo, reconoce. También nos cuenta que muchas limpiadoras necesitan como ella una “chuleta” para recordar lo que tienen que hacer en cada sitio, porque suele variar bastante de un sitio a otro.
Pese a los madrugones, Sheila no cambiaría su horario. Le permite tener la tarde libre y, sobre todo, comer con su hijo. Es su gran recompensa a que el despertador suene tan pronto.
En nuestra conversación Sheila ha reivindicado además su trabajo. Está contenta de ser limpiadora. Antes tenía su propio negocio de hostelería y el cambio al mundo de la limpieza fue positivo. No se esconde ni rehúsa hablar de su profesión. Está orgullosa y no entiende que esté tan mal visto socialmente.