La pandemia devolvió el silencio y la tranquilidad a los vecinos de las zonas de marcha de Zaragoza, después de años batallando por su derecho al descanso. Tras dieciocho meses sin, prácticamente, actividad en el ocio nocturno, la autorización del Gobierno de Aragón para abrir hasta las cuatro de la madrugada les ha devuelto al mismo escenario nocturno en el que vivían antes del covid.
Grupos de personas vociferando o cantando a las puertas de los locales de copas han generado hasta 70 decibelios, según las mediciones realizadas por la Asociación Stop Ruido Casco Histórico. Su portavoz, Miguel Morte, exige al Ayuntamiento que no haga dejación de funciones y ponga solución al problema.
Aunque el ruido se genera, fundamentalmente, fuera de los establecimientos, Morte reparte la responsabilidad a partes iguales entre los clientes que están de fiesta y los dueños de los bares en cuyas puertas se agolpa la muchedumbre; y asegura que bastaría con hacer cumplir la actual ordenanza municipal contra la contaminación acústica.