Lo más importante para un paciente es sentirse escuchado, dice el doctor López del Val. Es algo que le transmitió como profesor el doctor José Ramón Muñoz (asesinado por el GRAPO en 1990): cuando el paciente entra en la consulta hay que levantarse para recibirlo, saludarlo, darle la mano, pedirle que se siente, mirarle a la cara y escucharle con mucha atención antes de realizar la exploración y emitir un informe diagnóstico, tratando siempre de evitar pruebas complementarias que muchas veces son innecesarias.
Este neurólogo zaragozano está especializado en trastornos del movimiento, como el Parkinson. Sobre esta enfermedad, señala que los síntomas son muy variados. Están los más conocidos, como el temblor, la rigidez o la lentitud de movimientos, pero los hay que no aparecen en una resonancia y se deben diagnosticar clínicamente, de ahí la importancia de comprender lo que el paciente verbaliza. En los cuarenta años que lleva ejerciendo, López del Val asegura que la calidad de vida de los pacientes de Parkinson ha cambiado como de la noche al día, aunque sigue siendo una enfermedad para la que no existe una cura, pero sí tratamientos que facilitan la vida de los enfermos.
Un neurólogo convive a diario con casos muy duros. Pacientes con ELA, demencia, Parkinson u otras enfermedades neuromusculares particularmente duras. Asegura que no es fácil desconectar, pero es necesario hacerlo para no llevarse a casa la angustia y el sufrimiento de sus pacientes y de sus cuidadores. Sobre el futuro, cree que no vamos por el buen camino. Sí en cuanto a los avances científicos, pero no en cuanto a los hábitos de la vida moderna, como el abuso de las pantallas entre los más jóvenes. Y lamenta que se esté perdiendo entre la comunidad médica la capacidad de inducir a los residentes el amor por sus especialidades. Por eso, se siente especialmente orgulloso cuando un antiguo alumno le recuerda cómo influyó en su decisión de hacerse neurólogo.