La sequía ha provocado que el cauce del Ebro, a su paso por Zaragoza, se parezca más al propio de julio o agosto que al de un mes de mayo. El nivel del río apenas alcanza los 70 centímetros y el caudal ronda los 32 metros cúbicos por segundo, según los datos de la Confederación Hidrográfica. Esa escasez de agua deja al descubierto algas estancadas, ramas y piedras.
El responsable de la organización ecologista SEO/Birdlife en Aragón, Luis Tirado, explica que esta situación "no es preocupante" para el ecosistema de la zona, que es capaz de adaptarse a cambios extremos en el caudal. Sin embargo, si la sequía se cronifica, los embalses aumentan y no hay avenidas en los próximos años, sí que podría impactar en la biodiversidad.